jueves, febrero 26, 2009

La antipromoción de Bruselas


El tema es muy viejo: muchos desalmados creen que los periodistas no debemos contar los sucesos ni el destrozo urbanístico inefable que nos hace ya la vida imposible.
El tema es viejo y está arraigado en aquellas partes o sitios donde hay un defecto de democracia, como en Cataluña o en aquella Ibiza de los años del despegue: quiero decir que si cuentas un problema o una aberración eres un mal catalán o un mal ibicenco (ya sabemos que no somos lo mismo ni somos iguales, donde unos son carolingios, los otros somos fenicios, gracias a Baal).
Pero hay que ver con qué frecuencia usan estos argumentos viscerales los nacionalistas, los delincuentes y las clases aferradas al poder. Pero el “eso no lo cuentes, por Dios” hace tiempo que se ha acabado en Ibiza. En Cataluña tienen un merecido oasis informativo, que para muchos es más bien un charco amarillo antes que une estanque dorado.
Personalmente, este fenicio se quitó de encima estas moscas cojoneras desde el momento en que envió a parir panteras a quien le recriminara por el trabajo bien hecho, en vez de reprocharle la dejación de funciones, la pereza o la simple complicidad con quienes se han ido cargando Ibiza.
Y esto es, ni más ni menos: debe avergonzarse quien causa los destrozos, no quien los cuenta en la prensa.
Así que observo ahora la sensación agridulce del fenicio cuando se entera de que incluso el informe de Margarete Auken (Parlamento Europeo) pondrá en peligro numerosos fondos europeos que percibe España todavía.
O sea, que teníamos todo la razón quienes llevamos décadas (algunos, tres y media) golpeando el hierro en frío y ante la hostilidad de muchos. Teníamos toda la razón, hacíamos lo justo, hemos hecho la pedagogía que probablemente no han hecho en las escuelas de arquitectura ni de urbanismo y hemos opinado en contra de la confortable mayoría.
Bien. Muy bien.
Claro que una vez aceptado esto queda el regusto amargo: ¿cómo es posible que una España que venía cansada de la corrupción del tardofranquismo, un país que se ha reinventado a sí mismo, haya caído en apenas dos décadas en el pozo más miserable de la ineptitud, el derroche, la corrupción y la mediocridad? No sé si hay explicaciones, lo seguro es que no hay excusas ni coartadas.
Las clases dirigentes, tanto a nivel de Estado como de Cacicatos (las 17 autonomías o Cacicatos) han entrado a degüello sobre el presupuesto.
Incluso desde Europa nos lo dicen: no se os puede dejar solos. Nos hacen la antipromoción total: en España ya no cabe ni un corrupto más.
Compañeros: contadlo, no os dejéis nada en el zurrón. No somos bufones.