miércoles, agosto 12, 2015

La muerte violácea a la salida del sol

Los problemas de Ibiza llevan años existiendo y siempre son los mismos y como aquí practicamos la alternancia política, cuando llega uno, derrumba lo que ha asentado el otro y viceversa. Es una buena táctica para pasar por político activo y conseguir que así nada cambie en realidad en el tejido social.
Ahora vienen con la murga de los horarios de las discotecas y sabemos que, se haga lo que haga, al final casi nadie los cumplirá. Ibiza seguirá siendo una burbuja ruidosa insoportable. Y en octubre se repartirán los awards al club más escandaloso.
Toda la isla es una gran discoteca. Alguien ha dicho que el ruido hace vender bikinis, copas, pastillas y hay música hasta en las farmacias y en las funerarias. No es extraño que nadie pegue ojo en todo el solsticio de verano.
Peor que el ruido es el estado desmembrado de los consumidores consumidos cuando salen de la disco al alba, al despuntar el sol por Talamanca. No hacen ruido, apenas tienen energía para eructar, el peligro es que se reúne un millar o mas de zombies que deambulan por la cuneta, o en plena carretera. Cada año caen varios clubbers cazados en el asfalto, poniendo la gota violácea y triste en la que debiera haber sido una hermosa noche de verano de rocío cristalino en la Ibiza húmeda.
Nosotros podemos contarlo, pero es redundante, porque lo sabe todo el mundo. Hasta en el aeropuerto se puso el espacio dedicado al pinchadiscos de turno. Ya es el colmo. A partir de este hito, toda la isla es una tenebrosa y paradójica discoteca llena de luz solar alternada con los destellos químicos trajinados por camellos y pistoleros.
Incluso las compañías aéreas han tomado cartas en el asunto. Ya basta de bromas. Quien meta mano a las azafatas y azafatos (hay mucho gay salido) o trajine botellines de licor quedará apeado en Birmingham o en Liverpool. Tampoco nos sirve de consuelo que Ibiza sea tan solo una de sus estaciones de paso etílico. Tienen otros reservoir dogs donde evacuar sus excesos.
Una vez domados los relojes blandos de las discotecas, llegarán los party boats (que no debieran ni de poder operar en estas islas) y los beach clubs o cualquier antro con un nombre en inglés y desandarán por una parte lo que se haya andado por la otra.
Son muchos años de Ibiza, uno conoce el percal y la comedia interesada de los politicastros. Ibicencos, perded toda esperanza. Solo rezad para que llegue octubre.