sábado, abril 07, 2018

Asco de turismo

Toallitas indestructibles en Cala de Bou (San José). Foto J.A. Riera
En Ibiza ocurren demasiadas cosas guarras, feas, desagradables que resaltan mucho más al tener un panorama de fondo maravilloso y unas aguas todavía cristalinas, al menos en invierno. Año tras año, miles de toneladas de basura sólida acaban en nuestras aguas, no digamos ya los desechos químicos que queman o asfixian literalmente la vida de nuestra posidonia y las especies que se refugian en ella para procrear y sobrevivir.
Por fortuna no lo veo, pero no hay forma de olvidarlo, porque las televisiones y la prensa escrita se hacen eco constante de nuestras desdichas. Desde El País a los medios británicos. Una de las peores imágenes: esta impresionante instantánea de las rocas de Cala de Bou, municipio de San José, impregnadas por las toallitas de fibra y de papel deshilachadas e indestructibles, cubriéndolo todo. A la luz del sol. Una costra asquerosa que yo reproduciría en todas las escuelas de Europa.
Otras veces los residuos viven una socavante existencia y obstruyen alcantarillas tan preparadas como las de grandes ciudades. Visto en la prensa nacional: “Una enorme y monstruosa bola de grasa bloquea las cloacas del este de Londres. La masa rocosa, una mezcla de toallitas húmedas, pañales y aceite, pesa lo que cuatro ballenas jorobadas y es más larga que dos estadios de Wembley”.
Aquí tenemos la clave: condones, toallitas no degradables, pañales con su capa de plástico, colillas. Y mutatis mutandis tenemos a los autores. En invierno revientan sus ciudades europeas y aprovechan en verano para reventarnos nuestras depuradoras, que no dan abasto ni funcionando bien. Obstruyen las estaciones de bombeo. En definitiva, sólidos y líquidos acaban por desembocar al mar sin apenas ser filtrados.
¿Solución? Usar papeleras. Usar la cabeza.