domingo, agosto 20, 2017

Manual de supervivencia


Quieren los responsables del Govern Balear enseñar buenos modales a los turistas. Pensé que son unos ingenuos, pero al rato caí: es otro nicho más de gasto inútil para ubicar a sus conmilitones o en todo caso, una campaña destinada a demostrar a los votantes que están haciendo algo en un turismo desbocado que se nos ha ido de las manos. No es otra cosa. Porque nadie puede pensar en su sano juicio que imprimir cuatro pegatinas y repartir videos en las ferias turísticas servirá para algo. Modales no sé cómo, pero a estas alturas es mejor distribuir un manual de supervivencia. Recordando siempre que el peor peligro que puede enfrentar un inglés es encontrarse con un escocés cocido que pide la independencia.
Tenemos un precedente, pero orientado a la inversa: cuando Jaume Matas -mientras se empleaba a fondo en el saqueo, compitiendo con María Antonia Munar, Sa Princesa Talayótica- nos recomendaba sonreír a los turistas. Ya le contesté entonces que sonreír por sonreír hace bobalicón y además no me apetecía. Hoy me apetece menos, porque te puede salir una feminista acusándote de acoso sexual y armándote un cipote que ni san Apapucio. Creo que a nadie apetece mucho ir por las aceras sonriendo. Lo más probable es que piensen que ya has vuelto a beber o que estás en tránsito hacia la locura. El mundo ha cambiado mucho, chicos: Ibiza muchísimo más.
Antes de esta posible y extemporánea campaña para domarlos el mismo Govern ya había tenido la ocurrencia de pedir a los operadores turísticos que no trajeran más borrachos. Un elemental conocimiento del español distingue entre el ser y el estar, de modo que la petición es absurda desde el momento en que TUI puede transportar un millón de turistas sobrios, pero que a la media hora de pisar Mallorca o Ibiza ya irán como una cuba. Se han tomado en serio este verso de Villangómez que anima a pedir lo imposible y que no muera el deseo. Pedir lo imposible es una gilipollez y el deseo se va perdiendo a medida que se llena el estómago de cerveza o al menos la operatividad en consumarlo.
La poesía funciona en un registro de hipótesis y delirio, pero nadie puede negar que las Pitiusas viven inmersas confusamente en un universo en prosa.