sábado, noviembre 19, 2016

La furia de las Pitiusas


Ahora todos sacamos selfies en una cala y el mar azul de fondo. O ante una puesta de sol. Y queremos sugestionarnos para creer que esta paz apaisada y este mar surcado por delfines juguetones que brincan y se deslizan veloces es el estado normal de nuestra vida y que nuestra naturaleza tan expeditiva es el trasfondo de una película de Disney.
Sabemos que es una impresión falsa que adoptamos para poder seguir soportando las frustraciones, incluso las privaciones, que nos dispensa el acontecer diario.
La naturaleza se toma cumplida venganza a partir de octubre. Resuenan miles de estampidos en el cielo en una sola noche, o de repente donde antes era un torrente exuberante y amoroso aparece una riada que nos rapta el coche y a veces nuestra vida. No sabemos qué, cómo, cuándo ni dónde.
Quien ose saltar de roca en roca en las riberas del mar verá aparecer bidones, velas rotas, embarcaciones candidatas a una deriva definitiva. El mar regresa a la costa aquello que de las costas salió y a menudo envuelve en un remolino inapelable, restos que las embarcaciones van soltando en alta mar.
Las olas baten y rebaten contra el muro y van ampliando sus dominios. Es cuando se dice que el mar saca sus escrituras. También los torrentes cegados por alguna carretera o cualquier tipo de intervención humana que impide el normal desahogo del caudal. ¿Impide? Quiá. El agua revienta cualquier dique: todo acabará en las bahías de Santa Eulalia, San Antonio, San Miguel o en la bahía de Vila, hoy casi rellenada para construir discotecas y hotelazos, en un proceso suicida que se comenzó a principios de los 70.
La naturaleza de Ibiza se toma unos días de venganza contra el verano que huele a cremas lácteas y a yogur agrio, cuando no a fétida cloaca. En estos momentos más vale que los vientos no te pillen en los Freos. El mercante ´Virot´ puede estar contento de haber perdido o dañado solo el mecanismo de las anclas. Este otoño aún no se ha cobrado ningún yate descuidado, de los que piensan que el mar de Homero es un estanque remansado y doméstico.

Los fenicios que hemos sobrevivido conocemos el rostro malcarado de las Pitiusas. Las tormentas de estos lares son coléricas y ahora los daños vendrán multiplicados por la torpeza de algunos urbanistas y arquitectos. La mejor manera de poder contarlo es que te pillen con los deberes hechos. Quien quiera entender que entienda.