Los ingleses consideran de buen tono hablar del tiempo, al menos con gente que se acaba de conocer. Tienen un problema: siempre cuentan los mismos chistes, es como un ritual cultural donde no interviene el ingenio sino la costumbre.
Casi es mejor que en mi sección hable hoy del tiempo.
Pero no canten victoria. Mi intención es hacerme eco del estudio de un grupo de investigadores de Hamburgo (instituto Max Planck) y la universidad de Castilla-La Mancha. La conclusión responde a una antigua pregunta: ¿podría haber huracanes en el Mediterráneo en un futuro no muy lejano?
Los pitiusos que estos días hayan quedado aislados en Formentera y en Ibiza se reirán un poco. Estos vientos racheados, huracanados que pasan de cien por hora ¿son suaves brisas que nos mecen en el paraíso?
Pues… no, de hecho cuando pasan de cien kilómetros ya estamos ante un viento huracanado, pero los técnicos distinguen muy bien estas tormentas mediterráneas, pequeños ciclones, trombas, rachas de los temibles huracanes.
Nadie dice que los ciclones mediterráneos sean agradables. De hecho, sólo hay que ver cómo juega con las embarcaciones que han quedado fondeadas o que tienen la desgracia de estar en travesía. ¿Qué falta nos hacen los huracanes teniendo ya estas tormentas de Levante?
Imaginemos un viento tres veces más potente, rozando los 300 por hora, olas de unos diez metros de altura durante interminables horas y lluvias de inabarcable potencia. Lo que diferencia nuestras tormentas es básicamente la duración, aparte de otras consideraciones técnicas.
Digamos la respuesta ya: sí, según las proyecciones o simulaciones , que no son exactamente previsiones pues no se dice que se vayan a cumplir, o al menos así, en el Mediterráneo habrá antes de final de este siglo –o sea, mañana mismo- una temporada de huracanes, que yo calculo desde finales de junio hasta finales de noviembre. Es decir… se acabaría el turismo ipso facto.
Para que se formen estos meteoros se hacen imprescindibles al menos tres circunstancias. Primero, lo tenemos ya, es el aumento de temperaturas de las aguas del mar, que suponen un fabuloso acumulador de energía. Otra es mucha humedad ambiente, de la que vamos sobrados. Y la tercera sería un tipo determinado de vientos en la superficie.
Los interesados pueden leer estos resultados en el "American Geophysical Union Journal". O sea, que el cambio climático nos afectará de lleno también en esto. Pues… manos a la obra.