En los recortes de prensa que guardé, Diario de Ibiza 27 y 28 de julio del 2007, se dan numerosos detalles que parecen sugerir un suicidio ritual en sa Cala. Pero como ignoro el desenlace de la investigación, me limito a aquellas fechas.
Según eso, el húngaro, 46 años, hubiera venido a Ibiza de vacaciones y ya conocía la isla como un sitio -supongo que en su calenturienta imaginación- privilegiado para el suicidio. Su compañera, una húngara de 29 años, le habría hecho de comparsa para el lúgubre baile en los pinares ibicencos, al lado del santuario de Tanit en es Cuieram.
Abreviando: aparecía atada, con marcas y cortes. Exactamente 24 horas después regresó el húngaro y se ahorcó allí mismo.
Parece una escenografía de una ópera alemana. Triste espectáculo. No entro en detalles porque, repito, no he leído el final de la historia.
¿Por qué Ibiza? Ignoro en realidad los posibles motivos. Desde luego hay islas, lugares exóticos y países mucho más publicitados para cometer los suicidios colectivos.
Acabo de introducir un nuevo concepto: Ibiza no es lugar de suicidios colectivos, más bien parece un sitio de orgías, aunque imagino que menos de lo que se cuenta.
Tampoco veo que sea un lugar de suicidios rituales, que en nuestros tiempos modernos puede tomar muchas formas. El más popular por lo infame y lo canallesco es la de la niña o adolescente que es convencida para que se inmole con un cinturón de bombas atadas a la cintura. Esto, más que un suicidio ¿no es más un homicidio en cadena?
Los famosos suicidios japoneses tampoco me satisfacen. No son suicidios puros. El suicidio ha de ser un acto voluntario partiendo de la libertad más absoluta.
El caso del samurai japonés humillado en su honor tenía el último privilegio de los elegidos: con su katana se abría el estómago en horizontal, se hacía el harakiri, lo cual se consideraba una muerte honorable. El ritual es innegable y pretende ennoblecer en un último acto de honor una acción infame anterior.
Pero ¿y los aviadores que eran entrenados para estrellarse contra los barcos enemigos?
Los kamikazes eran temibles. Cargaban sus aviones de material explosivo y emproaban hacia un objetivo, que difícilmente podía sortear tal cantidad de bombas y metralla. El hombre bala, el hombre explosivo adquirió una triste popularidad.
En Estados Unidos, Guyana, África y otros sitios hemos asistido al horror de los suicidios colectivos.
No hace falta explicarlo mucho, pero es evidente que ni los suicidios rituales ni los colectivos tienen nada que ver con Ibiza.