sábado, enero 13, 2018

La Marina para los turistas


Como yo he pasado mucha vida en el barrio de la Peña o en la Marina quizás puedo decir que soy un poco de la zona. Antes disfruté de las humedades terribles del entonces llamado Seminario, en Dalt Vila, donde pasé tres años interno estudiando.
Ibiza estaba sufriendo una de las primeras invasiones del siglo XX. A mediados de los 60 la isla se empezó a llenar de gente estrafalaria, mal vestida, no excesivamente aseada, que era recibida con cara de asombro por la mirada sombría de una pareja de la Policía Nacional al pie de la escalerilla del barco. A finales de la década, los bares del puerto ya se habían convertido en el cuartel general y en el lugar de encuentro de aquellos hippies deambulantes y fumados, algunos famélicos y temblorosos.
En esta época empiezo a dejar que mi pelo crezca en absoluta libertad, hasta el punto en que en 1974 ya me llegaba hasta el cinturón. Era mi forma de rebeldía y de sintonía con un hippismo que estaba contra el establishment. Yo también, pero no era progre, era hippy.
Bueno, pues ahí se inventó el valor de cambio de la Marina. Los hippies empezaron a alquilar algunas casas, abrieron más bares en la calle de la Virgen. A primeros de los 70 se jodió todo, cuando se empezó a introducir la heroína y los primeros gitanos, llegados desde Granada de la mano del Padre José empezaron a tomar posiciones.
Me fui a la mili y cuando volví todo había cambiado.
Hoy el deterioro del barrio es desolador. Apoyo la iniciativa de Toni Villalonga para que se puedan alquilar estos locales a los turistas. Se encontrarán en su propia salsa.