domingo, noviembre 30, 2008

Inventario de otoño

Aunque dejes de prestar atención a los hechos que acontecen en las islas, no te costará gran costa recuperar el hilo un año después. Incluso te podrías ir de voluntario en una ONG en Costa Rica y regresar, con la convicción de que serás nombrado director de campaña electoral de un partido.
¿No ocurre nada en Ibiza y Formentera? Sí claro, pero parece que vivimos en el mismo catálogo de disparates dando vueltas cíclicamente sobre los mismos temas.
Y a fuerza de tenerlo por evidente, hemos perdido de vista el bosque.
Quiero decir que la base de nuestro sustento no son las grandes infraestructuras, construir puertos deportivos ni levantar alocadamente miles de nuevas casas.
Esto se ha desnaturalizado tanto que los árboles de la construcción no nos dejan ver el bosque, que es donde está nuestra fuerza. Por haber perdido eso de vista –ya sé que me repito, yo y todo el mundo- hemos dejado la isla en un mal estado palpable.
Ya lo estamos lamentando. Por un lado, se ha llevado la isla por delante, o una gran parte de ella; por otra, nos ha distraído de nuestro tema principal, que es el turismo. No vamos bien con este tipo de turismo. De hecho, no lo quiere nadie. Y tercero, esta diabólica forma de financiar a los ayuntamientos (y los partidos y el bolsillo de algún particular en muchos casos) ha implantado un sistema de funcionamiento corrupto.
Una vez aquí, estábamos a un solo paso de vender nuestra alma al diablo del dinero negro, de la mafia, del crimen, y en Ibiza se ha construido mucha bazofia para blanquear capitales de origen muy oscuro. Y este paso también lo dimos.
Yo veo ahora, en un inventario rápido de otoño, un chisporroteo de causas y de efectos. Casi los mismos personajes suben y bajan las escaleras del juzgado. Son pocos los imputados, pero veremos si el trabajo judicial sirve para escarmentar. Aunque lo dudo.
Somos los ibicencos quienes hemos de decir basta: el ladrillo nos está hundiendo, es el iceberg que acabará de hundir nuestro Titanic. Si lo sabemos ¿por qué no reaccionamos?