Al final de cada temporada turística, Ibiza se veía sometida a una sabrosa actividad, a un bullicio jugoso y eufórico: se había trabajado, se había cobrado y quedaban unos días libres para reencontrarse sin premuras y para tomarse unos vidrios en grupo.
Era la alegría que precedía a la gran expedición hacia Occidente, o sea, hacia la Península. Esto de cobrar el paro, si se mira desde un punto de vista egoísta isleño, no ha ayudado nada al comercio de las islas: llegan los peninsulares en mayo con el bolsillo vacío y cuando lo tienen lleno se marchan a miles a gastarlo en su tierra. Con todo el derecho del mundo.
Así que Ibiza ha llegado al otoño a trancas y barrancas, pero mis informes no son muy halagüeños: hay más nervios que bullicio, hay más prisa que ganas de bulla, hay largas colas en el paro (eso no es nuevo) y mucha gente que no tiene ni siquiera la posibilidad de regresar.
Serán usuarios de Caritas, y a mucha honra. Bueno, honra ninguna, pero no quedará más remedio.
Esta sensación de nerviosismo se refleja ahora en muchas cosas. De repente, Mallorca vuelve a sacar su cara más acaparadora. Lo han hecho siempre: primero llenan Mallorca y si queda algo, va para Menorca y algo para Ibiza, con la pueril coartada de que así se optimizan recursos. Se optimizan los de Mallorca, probablemente.
Los políticos ibicencos no debieran alarmarse ahora y pretender rebañar con una presión del último momento lo que no han conseguido asignarse por justicia y por trabajo. La eficacia de los políticos pitiusos no parece ejemplar, salvo excepciones. Todavía estoy pensando en presupuestos no cobrados o que ni siquiera se han sabido gastar, mientras en otras partidas hay un derroche millonario en protocolo.
Este otoño ya muestra las líneas de fuerza: Mallorca acapara todo el stand de Londres y retrasará la entrega de partidas, mientras en Ibiza se pide dinero compulsivamente. Ahora, las prisas.
Pero yo hoy no voy a criticar a los políticos del Consell, aunque lo merecen sobradamente. Voy a apoyarles: Ibiza merece que se aprovechen estos cinco meses de invierno turístico para trabajar. Pero de verdad, sin fotógrafos delante.
La lista de descosidos, problemas arrastrados y cronificaciones es alarmante: obras públicas, hospitales, mantenimiento general, puerto, aeropuerto, etc.
La policía de Sofía Herranz debiera insistir en su lucha contra las drogas, que están acabando con la gente, con el turismo y con la isla. Los resultados obtenidos, siendo buenos, todavía son muy mejorables. Ánimo.