No estoy muy seguro de que se tenga cumplir a rajatabla el deseo de mostrarse siempre optimista. Como mucho, siempre que se pueda.
Pues bien, Europa no puede. No hay razón ninguna para el optimismo, pero tampoco debemos abandonarnos ni entregarnos.
El hecho es que Europa se droga mucho. Es el gran financiador de una extensa lista de países que no van a renunciar a este negocio ni aunque sufran (algunos los han sufrido y los sufren) bombardeos desde el aire.
Si vamos por orden de mayor a menor, resulta que España es el país más drogado de los Veintisiete.
España es el país donde consume más cocaína y cannabis, sin duda por su situación estratégica tan cerca del norte de África y por sus relaciones seculares con Sudamérica. Ahora se ha observado un aumento considerable de heroína, quizás por una fabulosa cosecha de opio en Afganistán.
Los informes de la Unión Europea indican que no hay tregua: el consumo jamás cesa, aunque en el centro y en el norte del continente prefieren éxtasis, anfetaminas y otros derivados químicos.
Y seguimos bajando y llegamos a Ibiza, donde confluye el consumo propio de cannabis y cocaína con la avalancha de turistas que vienen cargados de estimulantes.
No pretendo perpetuar la polémica, pero no hay nada más opuesto a un consumidor hogareño que se hace sus porros, como otros se toman dos whiskys y los acelerados chavales que se pasan dos y hasta tres días sin dormir, manteniendo una peligrosa maratón a base de pastillas.
No tiene nada que ver una cosa con otra, pero ambas confluyen en nuestra isla. Evidentemente, los clubbers se llaman así porque van, viven y vuelven al club: discotecas.
Ibiza tiene el triste récord de haber polarizado en sus 572 k2 a casi un millón y medio de jovenzuelos que peregrinan de discoteca en discoteca hasta que alguno, quizás ya fundido o averiado, ingresa en Can Misses.
España… los más de Europa. Ibiza… los más de España.
La lucha por la recuperación global de Ibiza paso por tener en cuenta estas cosas. Y no diré más.