Mi artículo de hoy trata de las tormentas que suelen dejar Ibiza aislada:
Parezco despistado, pero hace unos diez años que me fijo mucho en los temporales de invierno y por supuesto, de otoño y de primavera. Me lo miro de reojo, para disimular.
Y claro, siempre acabamos preguntándonos ¿ha cambiado el clima de Ibiza? Dando por sentado que el clima cambia cada día y que evoluciona según le cuadra, todavía no he encontrado a nadie que me conteste negativamente.
«No, el tiempo de Ibiza y de Formentera es el mismo de siempre. Los mismos inviernos y los mismos veranos». Pues no, nadie me contesta esto.
Y aquí incluso militares, civiles, gordos y débiles: sí, el clima de Ibiza ha cambiado de una manera muy remarcable y mensurable a simple vista.
Yo recuerdo que en mis primeros cinco años en el campo de San Miguel (un arcángel terrible que protegía nuestros huertos contra el escarabajo de la patata llegada de Inglaterra) llovía todo el invierno, casi cada día y sin apenas interrupción.
Todas las fuentes rebosaban de agua, los torrentes corrían durante casi todo el invierno, las norias chorreaban y había numerosos manantiales que nacían de unas rocas. El agua abundaba.
Yo no sé ahora si es que gastábamos menos o es que llovía mucho más. A quienes se lo he comentado, me dicen que llovía mucho más antes que ahora. Esta es también mi impresión y no he comprobado datos, aunque en Ibiza la pluviometría nace con el aeropuerto, o sea desde 1958 en adelante. Y las lluvias de Sant Jordi y las de Sant Miquel no tienen nada que ver, pero nada de nada.
Ahora casi juegan con las palabras. En la televisión aprendo que está a punto de barrer toda España, especialmente lo más España de todo, que es Vascongadas y Catalonia, una cosa que se llamará ciclogénesis explosiva, una expresión magnífica que yo emplearía para una sesión de striptease en Manumission.
¿Y eso qué es? No han querido decir ciclón ni huracán, pero no es otra cosa. Si lo he entendido bien, la tormenta tropical no es del trópico, sino bastante más arriba y nace de un choque repentino entre una masa de aire muy caliente y otra lengua de aire muy frío.
Pues esto mismo era la gota fría. Una expresión magnífica que se debería aplicar a la sagaz y catastrófica política económica de Zapatero.
Cuando ya teníamos aprendido lo de gota fría, el experto Millán Millán (dos veces, como las buenas tormentas) nos dijo que no, que eran temporales de Levante. En realidad el mecanismo es siempre el mismo: contacto brusco de aire cálido y húmedo con aire frío.
Le llamarán tormenta perfecta, pero para mí perfectas lo son todas. Dejan al mundo aislado de Ibiza y Formentera durante días enteros.
Y podríamos seguir.