Muchas veces me cuentan estos proyectos osados y creativos, decía el domingo en estas páginas.
Se supone que hay otros sitios donde se atiende a los emprendedores que comienzan, pero ignoro dónde se tapona el canal de comunicación. A veces veo una casa ecológica, los diseños de Starck, proyectos publicitarios nacidos, es evidente, en Ibiza, pero vendidos fuera. Para nada aparece Ibiza.
Esto generaría una plusvalía promocional (como una gran ciudad museo púnico) de potentes consecuencias
Cuando nace algo es porque ha sido tal la fuerza de empuje que ha sido mejor darle status oficializado que seguir ignorándolo. Dos ejemplos: la moda adlib y las discotecas. Esto sí, una vez oficializado, lo exprimen tanto que acaban por asfixiarlo o viceversa, como es el caso de las discotecas, que han acabado por canibalizar todo el resto de la isla. Y todavía se quejan algunos, según leí en un extra del Diario. Ya hay que tener ganas de incordiar y por esta vez no doy nombres: mi guerra no es ridiculizar a nadie, sino tratar de obtener lo mejor para una mayoría.
El caso es que me encantan las discotecas. He pasado muy buenos ratos en las discos. El problema es, como en todo, cuando toda la isla se convierte una pura histeria colectiva con música las 24 horas y en todas partes.
¿Por qué no puede salir Ibiza de la maldición del ladrillo? Es como una droga ineludible. La explicación es cruda y de grumo grueso: deja demasiado dinero, corrompe fácilmente y al hacerlo establece relaciones mafiosas que hay que seguir manteniendo. Todos chupan.
El problema es que el cuerpo de Ibiza es débil y limitado. No ha resistido tanta dosis acumulada. Treinta años casi sin agua potable en sus entrañas, sufre una infestación de hongos y parásitos, que son los pinares que han destrozado el equilibrio paisajístico y otras cosas.
Más adelante, en 1982, con la publicación de mi Anuario intenté esbozar un congreso, simposio o sinámbula donde radiografiáramos las posibilidades de la isla. Respondieron todos los creadores, en un modelo de autogestión, sin usar dinero ni obtener beneficios, al modo ácrata y abierto.
Pero nadie recogió el guante en la política. Bueno sí, una Caja de Ahorros aprovechó para fichar y alguien usó los encuentros para vender apartamentos (eso seguro). No salió nada de aquello, sólo lo que yo publiqué en mi anuario.
Y así ha quedado Ibiza, con sus 125.000 habitantes, con instalaciones peores que las de cualquier ciudad costera africana y con un tipo de turismo ruinoso, con una gran inmigración musulmana, una brutal campaña de levantamiento de pisos y urbanizaciones, sin agua potable, con precios altísimos. Mi querida Begoña C., no, Ibiza ya no es el paraíso. Mejor comprar un pueblito en el Maestrazgo o en Alicante y empezar desde cero.