domingo, febrero 01, 2009

En Ibiza, ni moros ni catalanes

Mi artículo en el Diario de Ibiza trata de los huesos desenterrados de humanos que regresan desde cientos o de miles de años atrás: Ni moros ni catalanes.
Al margen de las vanas furias ideológicas
quizás no exista un espacio mejor
para el descanso eterno que los fondos
del mar. En definitiva, todo ser vivo
de este planeta procede del magma inicial
marino.
Se dice y no sé si es cierto que la densidad
de la sangre del ser humano es
idéntica a la del mar, entendiendo que
no todos los mares del planeta tienen
la misma densidad.
Pero después del mar, el mejor sitio
es el seno de la tierra, donde habitan
los espíritus bondadosos y en suma es
el gran antro sagrado de la gran Diosa
Madre.
Así que se debiera andar con tiento
a la hora de desenterrar. En ninguna civilización
se encuentran maldiciones
contra los que entreguen los cuerpos
exangües al mar o a la tierra acogedora.
Pero en todas hay maldiciones y supersticiones
contra aquellos que remuevan
los huesos.
Lo que ocurre en Ibiza es que nos
han roto la memoria, como en todas
las sociedades de cultura oral. Oír a un
catalán nacionalista cómo cuenta la
guerra de Sucesión es tanto como oír
una rondalla llena de disparates, sin
ton ni son, pero funciona como una
historia ideológica, eso es, de adoctrinamiento.
En Ibiza siempre han nacido huesos
en las feixes, en el jardín o en los márgenes.
Los ibicencos solemos decir:
«eso es de tiempo de los moros».
Comenzando por los catalanes que
ocuparon la isla a la fuerza, robando
las fincas a sus legítimos propietarios
(sobre todo a partir del siglo XIV), la
vida la dividió en cristianos (catalanes)
y moros (los de la isla de Ibiza).
No eran moros, o bueno, lo eran los
que lo eran, sino ibicencos. Muchos de
estos isleños llevaban aquí dos mil
años, como han demostrado los análisis
genéticos.
Nada de moros, sino ibicencos, muchos
de ellos procedentes de tiempos
cartagineses. ¿Por qué no lo estudian?
Los huesos de sa Conillera, s’Espalmador,
etc. ya son otro asunto.
A saber quien acabó ahí sus días o si
fue por herida de arma, por la peste, o
por una ejecución.
Pero aquí, ni moros ni catalanes.