Los ibicencos podemos hablar de las grandes cifras sin miedo ni falsa modestia. Los años 2012 y 2013 han sido de una crisis terrible en medio mundo (y la otra mitad ni siquiera aparece en las estadísticas), nuestra querida España está pasando una recesión de caballo y eso no obstante las Baleares están recogiendo unos exitosos niveles de captación turística. Los hoteleros y los profesionales del turismo lo tienen asumido hace muchos años: el mercado emisor de turistas apenas crece; pueden potenciarse algunos hábitos, promocionar determinado segmento, pero los turistas que te llevas a una playa se los quitas a la otra. De hecho el turismo emergente se está mirando más como una floreciente esperanza que como una realidad cuantificable.
El ejemplo de internet y de los transportes de bajo coste nos ilustra: se pueden introducir nuevas tecnologías y se pueden optimizar los transportes, pero la materia prima del negocio son estos cientos de millones que vienen del Norte frío y húmedo en busca de sol. A partir de ahí, los profesionales juegan su cartas en función de las variables que les sean más favorables. Unos ofrecerán sol y además playas, sexo, sangría y música. Otros dirigirán sus inversiones a un mayor nivel de lujo, casinos, pero en definitiva todos podemos llegar a final de mes gracias a la vieja Europa que nos manda a sus hijos sobrios para que se los devolvamos alegres.
Vale la pena repetir esto y a partir de aquí, una vez agradecidas las grandes cifras de turistas, recordar que les debemos un gran favor -aparte de los europeos que nos compran una estancia- a los países ribereños del Magreb: a Egipto, Israel, Jordania, Siria, Turquía, incluso Grecia y Bulgaria. Si no fuera por ellos, nuestras Baleares volverían a recolectar las algarrobas que ahora dejamos pudrir bajos los árboles. Entre la autocomplacencia y el autoflagelamiento hay un término medio y nosotros debiéramos encontrarlo, porque el turismo es nuestra única posibilidad. No tenemos petróleo, no tenemos grandes puertos y las minas de s´Argentera de San Carlos ya están más que agotadas. Las salinas no darían trabajo ni a dos centenares de obreros en los meses de la recogida.
Comprendemos y compartimos el júbilo implícito de la portada de nuestro Diario: las Pitiusas han recibido en diez meses de 2013 más turistas que en todo 2012. Y éste fue muchísimo mejor que el 2011.
¿Quedará algún ciego que se embriague o se autoengañe por este espejismo? Considero que no. Nuestros empresarios tienen una gran responsabilidad en remozar, mantener y mejorar las actuales instalaciones, en vez de llevarse toda la pasta al Caribe. Cada cual es dueño y de lo suyo y es muy libre de invertir donde considere oportuno, pero sería suicida no aprovechar estas saneadas recaudaciones para reinvertir en la base de nuestra economía. Ibiza ya no vive solo de promoción y de ilusiones y hay que estar activos todo el año.