Joan Marí con la maqueta de la Colonia de la Savina, en la parte de abajo estaría s´Estany des Peix Foto Vicent Marí |
Pedíamos silencio, tenemos derecho a exigirlo silenciosamente y en estas fechas podemos valorarlo y disfrutarlo, siempre que al lado de nuestra casa no levanten una central térmica biodiésel o una zona industrial o una discoteca. Los de Formentera podrán tramitar –o no– el BIC del campo de prisioneros de la Savina, donde dos mil presos de guerra pasaron una temporada de penurias. Se pasaba hambruna fuera, no se iba a pasar dentro. Los años más tremendos fueron los primeros de la década de los 40. Unos 2.000 silenciosos perdedores, algunos de los cuales murieron por avitaminosis, que es el mismo diagnóstico que Fidel dio en Cuba a los miles de afectados de ceguera. Murieron de hambre.
En Cuba se les dio un suplemento de vitamina B y todos comenzaron a ver, milagrosamente.
El novelista ibicenco Jordi Juan me habló mucho de este campo de prisioneros, que era uno de tantos que hubo en toda España. Y no el mayor. Hace unas semanas pasé por lo que fue el famoso campo de Castuera (Extremadura), que llegó a albergar a más de 10.000, o sea, cinco veces más que el de nuestra Formentera. Algunos autores de izquierdas les llaman campos de concentración. No tienen nada que ver. Eran campos de prisioneros y hubo un centenar de estables en toda España. Hay quien habla de 180, lo cual es altamente improbable en un país de 52 provincias. No hay que confundir -interesadamente o no- lo que es una zona temporal de reclusión con un campo asentado de prisioneros consolidado, como fueron el de Castuera o el de Formentera.
Lo cierto es que no es lo mismo una checa que una cárcel, no es lo mismo un campo de prisioneros, que usaron ambos bandos, el republicano y el nacional, que los campos de concentración, donde se concentraban civiles presos por motivos varios y que eran destinados al trabajo y al final al exterminio planificado, caso de los judíos en la Alemania nazi, por cierto en la misma época (1933-1945).
Quienes usen Internet encontrarán una lista exhaustiva aquí, incluyendo los campos del bando rojo y del azul. Quiero decir con ello que el valor histórico de estas instalaciones es muy relativo. No debiéramos magnificar la importancia de estas cosas. Respetando el trabajo de documentación de historiadores y arquitecto, dando por sentado el dolor, la locura y el sacrificio humano de una guerra que sólo acarreó desgracias y dejando claro el respeto que merecen todas las víctimas, me gustaría decirlo claramente: no debiéramos enquistar esta amplia zona y dejarla con las piedras mondas y arruinadas en recuerdo a una efemérides fatal, segregada del resto.
Ignoro quién es el propietario de este amplísimo terreno, pero sin llenarlo de edificios podría tener un uso más racional, respetando las proporciones, como parque abierto a todos, con un breve edificio-museo con un obelisco, por ejemplo. Pero eximiendo el resto de la superficie para parques, zonas de esparcimiento, incluso permitiendo al propietario la explotación de alguna zona, una parte, para amortizar la cesión del resto. Podría ser mucho más prolijo, pero prefiero ser breve y claro. Es mi opinión.