Desde su suicido en invierno de 1976 la figura del artista Elmyr de Hory (o Elementer Hoffman, o D´Ory Boutin) no ha cesado de desvanecerse, en un destino que sea tal vez inevitable en todos aquellos grandes protagonistas que en vida convirtieron su figura en el tema principal de su obra.
Aquellos cuya vida y milagros eclipsaron sus propias creaciones suelen necesitar una larga etapa de asentamiento durante la cual la crítica, los coleccionistas o los lectores reinterpretan el valor real de las mismas.
¿Pero qué decir de Elmyr si ni siquiera sabíamos su nombre real o usaba tantos que al final ni los expertos estaban seguros de quién estaban tratando ni con quién estaban negociando? Si además el personaje puede tener tentaciones de venderte un Picasso, un Chagall o un Modigliani –por mucho que él negara haber falsificado la firma, sólo la obra– entonces estamos ante un señor que fue jaleado por la prensa, encantada de humillar a los expertos (y a veces con razón).
Tengo que decirlo: la mayor falsificación de Elmyr fue su propia biografía, rozando siempre cualquier peligro existente y viviendo de la buena fe del prójimo que pretendía ayudarle.
De hecho, incluso en vida, se hablaba mucho más de las peripecias, falsificaciones y delitos de Elmyr que de sus falsas pinturas, sobre las que él mismo hizo correr el rumor –evidentemente falso– que muchas de ellas colgaban en las paredes de famosos museos de arte de todo el mundo.
Tuvo mucha suerte Elmyr de dar con Ibiza, donde encontró a otros personajes de su misma catadura. No me refiero sólo a Real Lessard, Fernand Legros, o al escritor Clifford Irving (encima plagiario, pues robó la biografía de Howard Hughes, además de venderla como una autobiografía). Hubo otros falsificadores.
También tuvo suerte Ibiza de dar con Elmyr, que coincidió en la isla con otra gran falsaria que se hacía llamar princesa y otros entes fabuladores. Como decía antes, desaparecidos ellos mismos del panorama, pocas obras quedan que perpetúen su existencia en el mercado. De Smilja nunca más se supo y si alguien supo algo se ha ocultado cuidadosamente.
De Elmyr todavía menos, una vez extinguidos los rescoldos de una cinta de calidad pasable como ´Fake! Question Mark´ de Orson Welles. Su obra quedó neutralizada y sin excesivo interés artístico, toda vez que ya no podía ser vendida falsificada. Aun así, de vez en cuando llega un eco perdido que nos da noticia (¡gracias a Internet!) sobre algún acto.
Elmyr suspiraba por los jovencitos que le solían acompañar en sus soleadas tertulias de mañana. Uno de ellos fue Mark Forgy, que estuvo algunos años con el falsificador húngaro y se supone que ´heredó´ algunas pinturas. Mark ahora ha dado una conferencia en el Gustavus Adolphus College de Minnesota (Estados Unidos) para ilustrar una exposición en el Hillstrom Museum of Art, del mismo colegio.
La edición de la biografía ´Fake´ escrita por Irving ha pasado sin pena ni gloria. Ahora el mismo Mark prepara un documental. La figura de Elmyr se desvanece, sin duda.
Aquellos cuya vida y milagros eclipsaron sus propias creaciones suelen necesitar una larga etapa de asentamiento durante la cual la crítica, los coleccionistas o los lectores reinterpretan el valor real de las mismas.
¿Pero qué decir de Elmyr si ni siquiera sabíamos su nombre real o usaba tantos que al final ni los expertos estaban seguros de quién estaban tratando ni con quién estaban negociando? Si además el personaje puede tener tentaciones de venderte un Picasso, un Chagall o un Modigliani –por mucho que él negara haber falsificado la firma, sólo la obra– entonces estamos ante un señor que fue jaleado por la prensa, encantada de humillar a los expertos (y a veces con razón).
Tengo que decirlo: la mayor falsificación de Elmyr fue su propia biografía, rozando siempre cualquier peligro existente y viviendo de la buena fe del prójimo que pretendía ayudarle.
De hecho, incluso en vida, se hablaba mucho más de las peripecias, falsificaciones y delitos de Elmyr que de sus falsas pinturas, sobre las que él mismo hizo correr el rumor –evidentemente falso– que muchas de ellas colgaban en las paredes de famosos museos de arte de todo el mundo.
Tuvo mucha suerte Elmyr de dar con Ibiza, donde encontró a otros personajes de su misma catadura. No me refiero sólo a Real Lessard, Fernand Legros, o al escritor Clifford Irving (encima plagiario, pues robó la biografía de Howard Hughes, además de venderla como una autobiografía). Hubo otros falsificadores.
También tuvo suerte Ibiza de dar con Elmyr, que coincidió en la isla con otra gran falsaria que se hacía llamar princesa y otros entes fabuladores. Como decía antes, desaparecidos ellos mismos del panorama, pocas obras quedan que perpetúen su existencia en el mercado. De Smilja nunca más se supo y si alguien supo algo se ha ocultado cuidadosamente.
De Elmyr todavía menos, una vez extinguidos los rescoldos de una cinta de calidad pasable como ´Fake! Question Mark´ de Orson Welles. Su obra quedó neutralizada y sin excesivo interés artístico, toda vez que ya no podía ser vendida falsificada. Aun así, de vez en cuando llega un eco perdido que nos da noticia (¡gracias a Internet!) sobre algún acto.
Elmyr suspiraba por los jovencitos que le solían acompañar en sus soleadas tertulias de mañana. Uno de ellos fue Mark Forgy, que estuvo algunos años con el falsificador húngaro y se supone que ´heredó´ algunas pinturas. Mark ahora ha dado una conferencia en el Gustavus Adolphus College de Minnesota (Estados Unidos) para ilustrar una exposición en el Hillstrom Museum of Art, del mismo colegio.
La edición de la biografía ´Fake´ escrita por Irving ha pasado sin pena ni gloria. Ahora el mismo Mark prepara un documental. La figura de Elmyr se desvanece, sin duda.