Uno a veces es crítico, pero en Ibiza y Formentera hay cosas buenas. No lo olvidemos en las horas de desánimo, en estos días gélidos y húmedos donde el frío se convierte en frialdad del alma, en estos días de profunda soledad y sentimiento claustrofóbico. Cuando sopla el viento, sea de poniente o de levante, no parece que la isla se vaya a apaciguar nunca. Los embates climáticos que nos manda Baal, para purgar y entrenar nuestro carácter, no pueden hacernos olvidar que después del hastío llegará el estío. Y entonces nos quejaremos pero justo por todo lo contrario: prolongadas calmas, sin brisa ni viento que nos refresque los casi 40 grados de temperatura.
Así que tenemos cosas buenas, incluso la civilización acaba por llegar, como esta cadena valenciana que se inventó Juan Roig con un préstamo de 200.000 pesetas en tiempos de Zaplana, tras años de fracasar en sucesivos negocios.
Hoy Mercadona ha llegado para aliviar nuestros mermados bolsillos, tanto porque los sueldos de las islas son bajísimos, cuanto porque los precios que componer la cesta de la compra son un auténtico atraco al residente. Mercadona derrumba con la fuerza de los hechos y los números la otra estafa al consumidor: la de que los precios astronómicos de Ibiza son debidos al gravoso coste de la insularidad. Siempre me burlé de tan cínica falacia: los productos se han de trasladar igualmente desde Tarragona a Badajoz que desde Barcelona a San Antonio o a Formentera. Y no es cierto que cueste más en barco. Es falso.
Por lo demás, bastaba irse unos cuantos días de excursión a Mallorca y comprar en Palma, Manacor, Artà, sa Pobla o Inca, pero ver con datos en la mano que en Ibiza nos han estado tomando el pelo y los euros desde que el mundo es mundo. Y claro, ahora se quejan de que se instalen más Mercadonas y otras cadenas en Ibiza. Solo puedo decir que cada palo aguante su vela y yo siempre apoyaré al consumidor, porque tal cosa lo somos todos, como todos somos peatones.
No llevaría más de seis horas levantar un informe desvelando responsables y culpabilidades. De hecho, se puede recordar cómo las compañías navieras se pusieron de acuerdo para mantener los precios de oligopolio en los fletes y la multa de 54 millones de euros, que espero que acaben pagando. Y espero que sigan las inspecciones en serio.
Confundir al residente de todo el año con el turista ocasional ha creado una situación tremenda: Ibiza y Formentera se han convertido en antros inhabitables. Nos pasan por delante de la cara todo el día que somos un paraíso, que somos Patrimonio de la Humanidad, pero después has de bajar al mercado y comprar algo para comer y te encuentras atrapado en una telaraña de intereses oscuros.
Ahora depende de vosotros, de ustedes, de todos nosotros buscar precio y calidad. Moverse y obligar a la competencia sana entre distintos negocios. Y cuando sea necesario defender nuestros intereses contra viento, frío y marea. Sin miedo.