Los jovencitos de Ibiza y de España entera ya no se acuerdan o desconocen cuando en el país regía una aversión oficial al cuerpo desnudo y entonces se solía mandar varios jeeps o camiones de guardias civiles a detener señoras despelotadas sobre la arena. Yo comprendo que era mejor esto que tirotearse íntimamente con los bildu-etarras, pero de todas formas hay algo de grotesco en la imagen de aquellos correajes con bigote y tricornio –el uniforme era tan sagrado como el afeitado, a diferencia de hoy– agarrando del brazo o de donde pudieran a las vikingas, tan pacíficas. Aquellos jóvenes y beneméritos agentes vestían impecables, imponiendo su marcialidad en una Ibiza calurosa donde apetecía mucho más amigarse que pelearse. Hoy veo muchos guardias civiles esparcidos por esta España feliz y arruinada que van más peludos y barbudos que muchos de aquellos desertores del Vietnam que se fumaban el porro estirados en la playa o en las dunas de las Salinas.
Desde que empecé, 1972, a escribir en el Diario defendí a los hippies y el nudismo. Entonces no solo fui el primero sino el único, al menos sobre papel impreso. Pero ya me sabía apoyado por lo que se denominaba crípticamente las ´fuerzas vivas´, gente instalada en el posfranquismo que no podía expresarse y obviamente se sirvieron de mi inexperiencia, ímpetu y juventud para abrir brecha.
Era la lucha del cuerpo contra el muro. La prensa nacional se hacía eco de las magníficas redadas en Formentera, en Santa Eulalia y en Ibiza. Como no sirvieron de nada, el cuerpo se iba imponiendo. Me refiero a los cuerpos desnudos, no al de la Guardia Civil que siempre ha estado ahí, imponiendo e imponiéndose. Incluso Antonio Alemany, director del Diario de Mallorca (uno de los cinco más influyentes y que tenía cada mañana Carrero Blanco en su despacho) me pidió que escribiera un articulito defendiendo el nudismo en zonas acotadas. Páginas centrales, al lado de Umbral, Leguineche, Guindal, Oneto... Aquello me sentó bien y me ayudó tanto a reforzar mis nervios como a templar mi relativa soledad.
Porque muchas voces ya se iban sumando a la defensa del cuerpo bajo el sol. Desde aquel día supe que la batalla estaba ganada. Y me consta que en el Fomento de Turismo y otros entes cercanos más de uno suspiró no sin cierto regocijo al descubrir que bañarse desnudo ya no era pecado mortal. Batallas que algún día iré contando con más detalles. ¿Las memorias ya se pueden escribir a partir de los 60 años?
Estos días he vivido dos episodios que asumo y respeto: sigue habiendo mucha gente, incluso jóvenes, que tienen miedo u odio al cuerpo. No soportan los desnudos en Facebook en defensa de Ibiza y en contra de las prospecciones. No son integrales, pues FB no permite el desnudo. Aun así, mucha gente nos reprende en el grupo ´Eivissadiuno´. Bueno, lo acepto, no tengo nada que decirles. El otro caso es sobre un vídeo patrocinado por el Consell que ha levantado bubones de alergia. Yo no tengo nada que decir sobre el sexo, el desnudo, los gays. Al margen de esto, el Consell insiste en fomentar una imagen fácilmente inmersa en el mismo campo semántico: Ibiza, drogas, alcohol, sexo, discotecas, drogas, juventud, etc. Ellos sabrán.