Los rescates de algunas cajas siguen tragando miles de millones que pagaremos los españoles, o sea que jamás devolverán; el paro sigue anclado en los seis millones, sin contar el millón más que vivimos en el limbo, sin contar para nada ni a efectos estadísticos. Las instituciones del Estado siguen acaparando todo el crédito del que privan a la iniciativa privada, que podría crear puestos de trabajo.
Todo está bloqueado, hundido, destartalado. Irrecuperable. No se vende un coche ni un edificio si no es con una subvención o bajo la fórmula de algún chanchullo poco confesable. Y sin embargo sonríen y nos dicen –nos lo dirán muchas veces a partir de ahora– que las cosas van bien, por el simple hecho de que no van peor. Sabemos que el PSOE desmanteló el Estado hasta límites muy serios, peligrosos, hasta el punto en que la mayoría de españoles dieron sus votos a un partido tan gris como al PP. Pero ahora ya sabemos que el Partido Popular no ha venido a solucionar la vida de la gente sino a gestionar su propia supervivencia en una estructuras de Estado insostenibles por hipertrofiadas y corruptas, y también la supervivencia de la banca. Todo ello formando el Uno, la misma esencia. El mismo mascarón de proa de un país a la deriva.
Sin embargo, es cierto que en Baleares se han reducido gastos y de qué manera. Pero no es suficiente, tal fue el agujero cósmico que dejaron los nacional-socialistas. Basta ver de qué manera sigue gastando y en qué cosas en Cataluña o Andalucía, para comprender que la mecánica diabólica generada por el socialismo y el nacionalismo ya es imparable si no es tomando medidas legales extremas.
Sin embargo, es cierto que en Baleares se han reducido gastos y de qué manera. Pero no es suficiente, tal fue el agujero cósmico que dejaron los nacional-socialistas. Basta ver de qué manera sigue gastando y en qué cosas en Cataluña o Andalucía, para comprender que la mecánica diabólica generada por el socialismo y el nacionalismo ya es imparable si no es tomando medidas legales extremas.
En Baleares, Bauzá lucha contra los molinos de viento porque nadie quiere perder su silla ni su paguica. Pero la ubre del Estado no da para todos ni para todo esto. La izquierda no quiere entenderlo, por esto crea países como Cuba o como Corea. En nuestras islas sí que existe un sentimiento de optimismo, pero muy matizado, porque hemos aprendido la lección.
La temporada comenzará tres semanas antes, cierto. Los europeas gastan un poco más, sí. Pero sabemos que un simple volcán islandés, una huelga salvaje o cualquier contingencia pueden alterar todas las previsiones. Y como lo sabemos, aquí nadie dice nada hasta que no vean los hoteles llenos a rebosar, mientras se sigue invirtiendo discretamente en el Caribe y en otras partes del planeta para no depender de una temporada 'europea' que es difícil de hacer evolucionar. Como mucho, ampliar unas semanas al principio y al final.
Nadie insiste en la desestacionalización, en el turismo de invierno, porque ya sabemos que Europa nos manda entre 10 y 14 millones de turistas (digo en Baleares) pero siguiendo el ritmo estacional de los flamencos y de las cigüeñas, pero no más. Optimistas a la fuerza, por experiencia, pero tampoco sabemos qué hacer para mejorar ni siquiera si es conveniente poner más turistas sobre Baleares.