Pero no es verdad. En Ibiza, en Baleares vivimos bastante peor que en muchos sitios de España y de Europa, donde tienen accesos, facilidades y una competencia de mercado que hace la calidad de vida mucho más consolidada. Hemos aumentado demencialmente el número de políticos y cargos adjuntos, pero lo único que hemos conseguido es quebrar la Comunidad, sufrir unos precios mucho más altos y pagar los impuestos más elevados de toda la Unión Europea, con el agravante de que nuestros sueldos o ganancias son mucho más bajos.
No, no vivimos como dioses. No se vive muy bien en Ibiza. Y menos en Formentera. En estos días de ventolera y lluvias frías uno añora la posibilidad del peninsular que, con todas las precauciones que vengan al caso, entra en el coche, cierra la puerta y se pone a conducir de Portugal hasta Valencia sin parar en unas autovías impresionantes. O de Galicia hasta Palencia. O en cualquier punto de la Península.
Si tienes la desdichada idea de montar una empresa en la que tengas que manipular mucha carga (importar materiales y después distribuir para vender fuera de la isla) descubrirás –demasiado tarde– que es imposible competir con el mismo tipo de empresa plantada en Valencia o Alicante.
En Ibiza somos pocos y muy mal avenidos. Queremos las carreteras y las autovías perfectas, las playas limpias de algas en abril –cuando sabemos que en mayo volverán los temporales– los restaurantes impecables. Pero a la hora de organizarse de puertas adentro no hemos sabido vencer nuestras propias contradicciones. Así quienes viven del perfecto estado de las carreteras, matriculan sus coches en ayuntamientos de la península para ahorrarse un dinero, en vez de arrimar el hombro para conseguir unos políticas y unos políticos más sobrios. La historia de los coches de alquiler es para hacer una película o usarla de base para hacer conferencias sobre fiscalidad y política regional. El hecho es que unas cantidades nada despreciables de ingresos se pierden porque los rent a car frenan su retorno a la isla y siguen pagando sus impuestos fuera. Los empresarios de la Aevab no matricularán sus coches en las Baleares hasta que el Govern balear obligue a hacer lo mismo a las multinacionales.
En Ibiza somos pocos y muy mal avenidos. Queremos las carreteras y las autovías perfectas, las playas limpias de algas en abril –cuando sabemos que en mayo volverán los temporales– los restaurantes impecables. Pero a la hora de organizarse de puertas adentro no hemos sabido vencer nuestras propias contradicciones. Así quienes viven del perfecto estado de las carreteras, matriculan sus coches en ayuntamientos de la península para ahorrarse un dinero, en vez de arrimar el hombro para conseguir unos políticas y unos políticos más sobrios. La historia de los coches de alquiler es para hacer una película o usarla de base para hacer conferencias sobre fiscalidad y política regional. El hecho es que unas cantidades nada despreciables de ingresos se pierden porque los rent a car frenan su retorno a la isla y siguen pagando sus impuestos fuera. Los empresarios de la Aevab no matricularán sus coches en las Baleares hasta que el Govern balear obligue a hacer lo mismo a las multinacionales.
El nefasto Pacte de Progrés o como se llamara dejó la Comunidad descostillada y en pie de guerra en todos los frentes. Ahora, solucionar todos estos temas, uno tras otro, es dificilísimo. Y sin embargo en Bruselas piensan que los baleáricos vivimos demasiado bien, lo cual no juega en nuestro favor. Lo explica Esteban Mas, nuestro delegado del Govern ante la UE, donde ha de exponer que el Archipiélago sufre una doble y triple insularidad y numerosos agravios comparativos. ¿Cómo explicar que en verano ostentamos récords de aviones y pasajeros pero que en invierno quedamos aislados como si viviéramos en Marte?