Flamencos en los estanques de las Salinas de Ibiza, fotografiados por Juan J. Bazán |
No todo el mundo puede presumir de tener un año 13 en su vida, aunque entre las viejas formenterenses e ibicencas no son pocas las que coleccionan dos treces en su vida. Enhorabuena, son longevas, centenarias. Da un poco de vértigo pensar en estas edades casi minerales más allá de la felicidad efímera, tras sortear las suertes más dispares. Estas viejas fenicias son un pozo de ciencia viviente. Desaparecerán, como todo, difuminadas en la niebla de la historia, como se nos ha volatilizado el año 13, tan señalado, tan enervante, tan... largo.
Bueno, tampoco hay que temer la mecánica implacable de las esferas. Todo transcurre, todo fluye y las cosas solo permanecen en la memoria transmitida, por esto se dice que una persona no muere mientras sea recordada. No sé.
Hace unas semanas conversaba desde la distancia –gracias a Internet, Facebook y otras magias– con el amigo Pep Guasch Cañas, ahora coronel retirado, muy amante de todo lo ibicenco y con la generosidad necesaria para compartirlo en estos foros donde se discuten las cosas emocionantes de Ibiza y de su pasado. Juntos recordamos la fecha 1956: el año de los fríos en Ibiza. Dice que el día de la Candelaria, 2 de febrero, fue el más frío que se recuerda en la historia de Ibiza. ¿Es posible que un nene fenicio de 4 añitos recuerde aquella semana de fríos terribles? Me parece que sí, y el día de la gran nevada. Aquel año hasta se congelaron los toneles de vino, mató muchos árboles y aves de corral. Aunque él –precisa– no estuvo en Ibiza en aquella fecha, sino en un destino peninsular, igualmente gélido.
Ha terminado el año 13, el primer año trece de nuestra vida. Uf. Ha sido año de bienes, de récords turísticos impresionantes, pero en un contexto muy desgraciado de crisis en su peor forma posible, la recesión, que ha dejado a muchos españoles descolgados del tren. Costará mucho rehacerse.
Contra el pesimismo de la situación podemos aspirar a poner unas gotitas de optimismo, porque la experiencia nos dice que de todo se sale. Así que no vamos a rendir cuentas del año 13 sin recordar que ha sido el escenario del bicho más famoso: la pitón blanca de más de dos metros. A ver este Plinio, este Diodoro Sículo que propagaron el bulo de que en Ibiza no medraban las serpientes. Podrían haberse callado. En Ibiza ya no hay otra cosa: serpientes y gatos. Pobres lagartijas.
Pero podríamos mencionar otro protagonista del año 13: los flamencos y las aves, zancudas o no, de los estanques de las Salinas. Por diferentes fuentes, dos amigos me comunican que ha sido un año impresionante, de gran cogida en las aguas estancadas, lo cual parece sugerir que los flamencos sienten una especial predilección por los ruidosos chárters que bombardean el aeropuerto durante las 24 horas. O que los flamencos se adaptan más que los humanos a los vecinos agriados y a los paisajes inhóspitos. Hecha la broma, precisemos que los flamencos suelen llegar en otoño-invierno y pardiez que lo han hecho en abundancia. El año 13 ha sido extraordinario, pero no lo echaremos en falta. Vamos a por 2014.