Minas de s'Argentera, en San Carlos, Ibiza (Foto Diario de Ibiza) |
Una vez reventadas las costas, rellenadas de hormigón y de mazacotes, hemos de ir buscando zonas interiores para urbanizarlas o privarlas de su arena, piedra o losas. La idea es que de Ibiza no quede ni rastro. Piedra a piedra, hasta el arrasamiento final.
Imagino que el ayuntamiento de Santa Eulalia no otorgará las licencias imprescindibles ante esta monumental barbaridad.
Casi siempre los mismos, por lo mismo y de la misma manera. Si no dieran tanto miedo, aburrirían. Paradójicamente se han hecho multimillonarios vendiendo las bellezas de la isla que ellos mismos van borrando del mapa.
Tal resquebrajamiento de la roca interior de s´Argentera conseguiría efectos demoledores para toda Ibiza, como ocurrió con las autovías en sitios concretos como San Jorge.
Por ejemplo, sobre los restos arqueológicos acumulados desde tiempos cartagineses y romanos, aunque presumiblemente manipulados hasta principios del siglo pasado, cuando se cerraron las minas. Por ejemplo, en el impacto ambiental, con rotura de rocas, bosques y vetas de agua profunda. Lo mismo que ocurrió con la autovía. Siempre se inundarán cuando llueva. Esta zona es altamente sensible a cualquier cambio en la cuenca hidrográfica. El estropicio en las aguas puede llegar a ser definitivo, para siempre.
Además, huelga decirlo, el infernal ruido, barro y vibraciones, no necesariamente por la dinamita. Saturación de vías de acceso, desconchamiento de asfalto, trasiego y polvo a los vecinos, etc. Esto nos lleva al tercer impacto, el visual. Una de las pocas zonas de la isla que recoge el alma de los años sesenta, la paz rural de la Ibiza arcaica que tanto vendemos en las ferias turísticas y que ahora acumula una imponente densidad de vehículos y de autobuses, quedaría reducida a la nada.
Claro que a algunos empresarios les da igual. Ellos viven de la noche, donde todos van ciegos y no saben donde están ni a dónde van. Un tipo de turismo humillante, estruendoso y poco rentable que ha hundido la imagen de Ibiza entre la gente normal.
La historia de estas minas es impresionante. De ellas se ha extraído mucho plomo argentífero, que servía para numerosas aplicaciones, entre ellas la fabricación de balas en forma de almendra. Los romanos extrajeron sulfuro de mercurio y otros minerales que aparecen en pequeña proporción, como el manganeso o el zinc.
A principios del siglo XX ocurrió un fenómeno inesperado que es el que me induce a pensar que no se debe perforar: se inundaron. Era tanta el agua que jamás se consiguió desecarla. Se ha conseguido en nuestros tiempos turísticos, al agotar los acuíferos. El agua de las minas, comunicada con la red general, ha desaparecido, lo cual demuestra lo peligroso que sería reventar estas vetas subterráneas de las aguas de San Carlos, Santa Gertrudis y Santa Eulalia.
Vale la pena avisarlo, aunque ya sé que a mucha gente todo esto le da igual. A mí no. Cincuenta años después la destrucción de Ibiza sigue entristeciendo y desconcertando.