miércoles, enero 09, 2008

Vamos a mirar ballenas


Los jovenzuelos ingleses desesperados, inapetentes y en paro se dedicaban a perder el tiempo contando los trenes que iban llegando a la estación, apuntando las numeraciones y otras tonterías por el estilo.
La novela y la película se hicieron muy famosas: `Trainspotting´.
Si ahora algunos de esos elementos del subproletariado urbano británico llega a Ibiza vía Denia podrá hacer algo bastante más divertido: `Whalespotting´, es decir la detección y la observación de ballenas desde el barco de línea Ibiza-Denia.
Yo estoy gratamente asombrado por la eficacia del Instituto Cabanillas, dependiente de la Universidad de Valencia. Una vez al mes se embarcan en el ferry desde Denia y van haciendo seguimientos y observaciones para descubrir la presencia de delfines, ballenas, tortugas, peces luna, rorcuales y cachalotes. Ignoro después de algunos meses cuáles han sido los primeros resultados.
Espero que de algún modo Celia Agustí y su equipo nos vayan dando información, porque existe una demanda de verdad en el público en general. Jamás he visto tanto interés por los delfines y ballenas como en estas islas, otra cosa es que pudiera manifestarse.
Tampoco sería deseable que algunos avispados marineros cazaturistas se hicieran con el conocimiento adecuado para organizar excursiones de avistación, cual ocurre en algunas zonas de las islas Canarias, en el Sur de Argentina, en algunos sitios de Alaska, etc.
Soy muy escéptico con respecto a las interferencias humanas en el medio ambiente. Lo mejor que podemos hacer es dejarles tranquilos, aunque me temo que mis prevenciones son puramente literarias, ya que los cachalotes aprovechan estas fenomenales profundidades para darse el piro cuando ven algún turista borracho.
Pero la iniciativa mueve a la solidaridad y reabre nuestras ansias de conocimiento. En los años setenta yo viajaba siempre en cubierta cuando iba a Formentera. No era fácil descubrir delfines, pero al menos en media docena de ocasiones he visto los delfines saltando y pasando por debajo de la quilla. En una ocasión disfruté de verdad, porque era con la ya desaparecida `Joven Dolores´ que era un barco muy amado por los delfines.
Los bellísimos y ágiles compañeros de travesía no mostraban recelo, como si ya conocieran perfectamente la barca y estuvieron mucho rato (muchos minutos) jugueteando, haciendo carreras y serpenteando en equipo, en una danza que me dejó tonificado y muy optimista durante un tiempo.
Los delfines deben ser de verdad los mensajeros de los dioses y no he conocido a ningún marinero que los deteste, a pesar del destrozo que hacen en las redes para aprovechar el pescado.

Regreso a Mariano Digital