El problema de la vivienda no se solucionará nunca, a la vista de lo ocurrido este verano: los pisos urbanos se siguen alquilando a los turistas, excluyendo del banquete a los trabajadores más necesitados. Parece que incluso se niegan a pagar la ecotasa, que castiga a hostales, pensiones, apartamentos y hoteles.
Estos propietarios de pisos urbanos en fincas plurifamiliares han decidido prescindir del lío legal y han salido por la tangente, al acogerse a un ley de rango nacional, la de Arrendamientos Urbanos (LAU). El único requisito es que no se comercialicen por canales ni con servicios turísticos. Siempre que en la próxima declaración de renta declaren estos ingresos, están dentro de la legalidad que ofrece el artículo 3 de la LAU.
Los propietarios de pisos, mediante este mecanismo, prescinden del pago de la ecotasa y se sienten a salvo de las inspecciones del Govern Balear, el cual con 15 inspectores para todas las Baleares no puede ni siquiera intentar un control racional. Biel Barceló, el vicepresidente y consejero de Turismo del Govern, insiste en la necesidad de regular los alquileres turísticos y tiene razón, por lo menos por lo que tiene de injusta y discriminatoria la actual situación. Es comprensible que los inspectores solo puedan atender una mínima parte de las denuncias.
Se entiende mejor el alcance del problema si recordamos que en las Pitiusas hay algo más de 80.000 plazas legalizadas por otras tantas que trabajan al margen, cuanto menos en un difuso campo de alegalidad administrativa. Las plazas de Mallorca rozan las 400.000, sin contar las de Menorca. Ante estas magnitudes, un miserable pelotón de 15 inspectores no puede hacer nada.
Esta situación deja en otro espantoso ridículo a un Govern que ha decidido centrarse en los gastos y los gestos identitarios de cara a su galería de forofos, en vez de enfrentarse con gestión y trabajo a los problemas reales inaplazables: contra la escuela concertada, los toros, el español, la interrelación con la Cataluña golpista en plena rebelión, la promoción de unos inexistentes países catalanes, etc. Ya llevan tres Pactos de Progreso y siempre tropiezan con la misma piedra. Tres.