Una imagen imposible en Ibiza. Ya se acabaron los buenos tiempos |
Acabando agosto, miro hacia atrás con un poco de cansancio y alivio, porque incluso esto ya lo esperábamos. Ha sido –es todavía– el verano más exagerado, más agresivo y sangriento, más espeso y deshidratado de nuestra historia reciente. Nadie recuerda un verano como 2016 porque jamás había existido. No es necesario explicar qué ni por qué: lo ha hecho mucha gente ya. Echo una ojeada y nuestros días están repletos de eventos peculiares, pero incluso estos han sido previsibles. Por mucho que las islas hayan reventado por todas las costuras, ni siquiera nos ha sorprendido porque ha sido más –mucho más– de lo mismo. La avalancha de trastos, gente y máquinas no ha generado ni una sola contradicción, solo ha exacerbado en su máxima potencia las que ya había. Resultado: nefasto. No hemos superado los test de estrés.
Quienes gobiernan apenas abren la boca y sueltan un rosario de banalidades. Por ejemplo, ya que vienen demasiados turistas, hay que regular el turismo para evitar la masificación. Supongo que sólo podrían venir quienes ellos digan y cuando ellos decidan. Un hablar por hablar. Lo mejor sería quedar callados y preguntar a quien sabe. Pero no lo consiguen, primero sueltan la tontería y al cabo de unos meses se desdicen, a menudo alegando que la UE no lo permite.
Hay algo que no debe olvidar el Pacto de Progreso: aunque vivimos en un Estado muy socializado, aún no somos comunistas. El consumidor tiene sus derechos y uno de los primeros es la libertad de movimientos. Y el empresario también.
Otra regla de oro en el turismo: es muy difícil levantar un destino turístico, pero es relativamente fácil cargárselo. Hoy se dan por perdidos o muy mermados los países del litoral: si empezamos por Mauritania en el Atlántico, Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Jordania, Líbano, Israel, Turquía, Grecia, etc., solo nos quedan Grecia, Croacia, Eslovenia, Italia, Francia y España. Los tres primeros con reservas. Francia ha perdido un millón de visitantes en 2016, ya pueden imaginar el porqué.
Bromear con el turismo sale carísimo. Que en Baleares tengamos al frente del área a un incompetente como Biel Barceló puede tenernos muy preocupados. Que alguien del Pacte le ponga un filtro o varios para vigilar sus palabras y sus hechos. Quizás mantengan en su cabeza la idea comunista o catalanista de que el gobierno puede actuar de cuña para manipular la sociedad, obligando a primar un idioma (el catalán) sobre el resto o a rotular y a contratar empleados que hablen en catalán.
Sáquenselo de la cabeza. Ni somos Cataluña, por fortuna para el millón de habitantes de Baleares y me temo que no queremos serlo. Ni somos comunistas, al menos de momento. Solucionen problemas reales, existentes. No se inventan otros que jamás han existido.