Las cabras indefensas ante las escopetas no tienen mucha suerte en las islas. En Mallorca las crían destinadas a crear grandes colonias con los machos cabríos de guardabosques, en fincas recicladas y cerradas para tal fin. En su día lo expliqué, venden un permiso de caza de un gran macho cabrío como si fuera una imponente pieza cinegética digna de coleccionista. Un simple boc común. Un chivo. También en zonas de la Sierra de Tramuntana donde se han repoblado árboles tras un incendio las eliminan a tiros. La cabra no es tonta y prefiere los brotes tiernos a los correosos matorrales.
El caso de es Vedrà fue y es tan enervante y sucio, porque los mismos dueños del islote (en mis tiempos yo sabía que había al menos ocho) usaban el peñasco como aprisco natural, un lugar cerrado del cual no podían escapar. No es mala idea si también regulas el hambre de los propietarios: cada año emprendían una cacería sensata para apresar media docena de ejemplares que servían de pitanza. De una forma tan sencilla, el hombre era el depredador equilibrante de la colonia. Todo se torció cuando los dueños dejaron de cazarlas: aumentó el corral en más de cien cabezas y, en consecuencia, causaron estragos en la vegetación endémica de un valor ecológico incalculable. Y ellos lo saben. Como saben que si solo quedan siete cabras no es necesario matarlas. Solo si queda el macho.
Veo que en Gran Canaria también las abaten a tiros en los parques naturales de Inagua, Guguy y Tamadaba. A diferencia de los talayóticos mallorquines, son tiradores precisos de larga distancia. En noviembre de 2015 mataron a 77 y en el pasado abril un número indeterminado, pero muy superior. No solo en las islas, de forma difícil de explicar, la Comunidad de Madrid busca tiradores (gratis y sin poder llevarse la pieza) para eliminar unas 2.500 cabras montesas (no es la misma que la balear), de las casi 4.600 que hay, superpoblando la sierra. Se reintrodujeron en Guadarrama a partir de1989 procedentes de Gredos y de Las Batuecas, con 26 machos y 41 hembras pioneros.
Han tenido tanto éxito al no existir depredadores naturales de importancia. Una parte será sacrificada y otras serán trasladadas al Pirineo francés, pues la Comunidad no ha querido beneficiarse permitiendo la captura cinegética. Solo nos queda desear que, una vez pasada la rabia inicial, los propietarios de es Vedrà hayan reflexionado y aprendido la lección y no se les ocurra volver a repoblar el islote ni en broma. Era y seguiría siendo un delito ecológico.