En Baleares somos olvidadizos y el día en que tengamos que reintegrar los turistas prestados a su destino natural nos las veremos negras para sobrevivir. Pero entonces ya habrá vuelto a ganar las elecciones el PP y se encontrará con la caja llena de telarañas, el archipiélago volverá a sufrir un fenómeno de despoblamiento y la progresía en mescolanza recuperará las calles para chillar y presionar al gobierno democráticamente elegido para que solucione los problemas que suele dejar el Pacto separatista, ecologista, socialista y podemita.
Nos dirán que han protegido el territorio y los derechos sociales, cuando será justo lo contrario: habrán crecido las pistas del aeropuerto, los andenes del puerto y el urbanismo en general habrá colapsado entre otras cosas por falta de agua potable. Y aumentará el desempleo. Es muy probable que entremos de nuevo en una economía de mínimos, con menos empleo, menos opciones y muchos menos turistas. Por ello me parece lógico que ahora celebremos la avalancha monstruosa de turistas rebotados de Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Jordania, Siria. Turquía, Grecia, etc.
Con la ecotasa habrán recaudado unos 160 millones o más (?), la mitad de lo que podrían haber captado, de haber establecido una política de control de la oferta turística alegal y de la ilegal. En todo caso, solo con las más de 80.000 plazas turísticas de Ibiza ya se llevan hacia Mallorca un buen pellizco, pues de eso se trata: Ibiza transfiere una gran cantidad de euros para que Mallorca se dedique a sus túneles, trenes y paridas que –a lo mejor, nunca se sabe– veremos explicados en las salas de los juzgados.
Solo Mallorca aporta 341.000 plazas turísticas legalmente dadas de alta y controladas, para unos 13 millones de turistas, si no son más. ¿No les basta con esto? No, claro. Necesitan llevarse lo de Ibiza y Formentera. Y algo de Menorca. Los pitiusos nos quedaremos sin el dinero de la ecotasa y de paso, con una publicidad nefasta que recaerá sobre nuestras espaldas. Porque no es cierto que los turistas entiendan que este impuesto sea necesario. El espíritu solidario suele tener como frontera nuestro bolsillo y los ingleses –antes lo hicieron los alemanes– están un poco escamados.
La prensa británica que lee este público de clase media y la juventud que vive al día, suele ser bastante bestia, pero en general no miente: unas vacaciones en Baleares pueden suponerles un encarecimiento de 90 euros. Y 90 euros menos de cerveza es mucha cerveza para el trabajador que ansía pasar doce o quince días bajo el sol de España. Los políticos de izquierda se aprovechan de la situación para hacer caja. Más adelante estos turistas nos devolverán el agravio y no lo pagarán los políticos. Lo pagaremos todos los demás. Claro que el lector es muy libre de tomar este texto como un ejercicio de política ficción.