Fuego por todas partes. Fuego arriba con un sol que aplasta cualquier encanto del maquillaje, nos multiplica los kilos y nos deshincha y deshidrata en cuestión de minutos. El otro día cayó un gorrión en mi balcón, jadeante en su agonía. Los vencejos salen al atardecer para limpiarme la zona de mosquitos y las tórtolas solo regresan ahora emparejadas y cuando el sol se tranquiliza, a las diez de la noche. Sofoco.
Los tomates se me deshidratan. Cae un sol de mil demonios, directo al cráneo para acabar de hervirte las pocas ideas que quedaban y encima multiplicado por una calima que ha llegado de África y que ha quedado atrapada en una bolsa que resiste cualquier borrasca refrescante.
Los tomates se me deshidratan. Cae un sol de mil demonios, directo al cráneo para acabar de hervirte las pocas ideas que quedaban y encima multiplicado por una calima que ha llegado de África y que ha quedado atrapada en una bolsa que resiste cualquier borrasca refrescante.
Hasta los alemanes han recibido el sol machacador y esto me hace muy feliz. Que se jodan, como los griegos, italianos o españoles. Fuegos por todas partes, y por si no hubiera sido bastante la sesión irradiadora diurna, las muchachada prepara en toda España y gran parte del mundo los montones de leña y de muebles viejos para quemarlos por San Juan. Creen los catalanistas que los fuegos solo se concelebran en Baleares, Valencia y Cataluña. Quizás por esto proponen fijar la fecha como día de celebración de lo que ellos llaman los países catalanes, algo que no ha existido ni existirá nunca, como no sea en su adoctrinada imaginación.
Fuego en el bosque. Al principio solo son escaramuzas y hostigamientos para que los bomberos calienten (uy, no, preparen) los músculos y pongan las bujías a las máquinas. Pero este verano habrá de todo y el fuego ha vuelto a pegar donde por ley natural tiene que desencadenarse: San Juan, es Amunts. No será el último.
Fuegos en el mar, donde se incendian estas lanchas menopáusicas y donde la Guardia Civil tiene orden de patrullar con los ojos bien abiertos. No solo se trata de pescar a estos franceses delincuentes que llevan sesenta años expoliando los fondos pitiusos (franceses y de otras nacionalidades), sino de controlar los armatostes de lujo que arrancan la posidonia. O de vigilar cualquier lancha sospechosa conducida por un solo lobo solitario. Un solo lobo solitario que puede venir de Argelia, por ejemplo. Fuegos y encima en julio, los que se les vienen encima a los nuevos ayuntamientos y consejos insulares. Suerte y no separarse de la manguera en todo el día.