: The Daily Telegraph |
Me parece lógico que en Gran Bretaña se esté discutiendo acaloradamente sobre la creación de drunk tanks, algo así como retenes para borrachos. No se refiere al mendigo colgado en la calle, que vive en permanente crápula a la intemperie, sino a estas hordas salvajes de jovenzuelos y chicas (casi tantas como chicos, de esto en Ibiza podemos dar fe). Son jóvenes trabajadores, gastan cierta cantidad de dinero, son buena gente, pero tienen esta peligrosa costumbre, que yo intuyo más en los británicos galeses y escoceses; el inglés medio sabe beber con corrección, despacio, deleitándose en la conversación.
Esta dichosa manía de beber compitiendo, en prisas y en cantidad. El resultado suele ser nefasto, desde la borrachera ciega hasta estados de coma etílicos muy peligrosos, pasando por los diversos estados intermedios.
En Lloret de Mar, en Palmanova y en casi media Ibiza conocemos los embates de estos muchachos insoportables que viven el consumo de alcohol como una efervescencia gritona y a menudo bronca. En Ibiza, uno de cada veinte turistas se ve envuelto en una pelea seria a lo largo de sus vacaciones. Es un triste récord. Los oficiales de policía han aceptado de buen grado la creación de estos drunk tanks donde alojar a las víctimas del alcohol y donde serían atendidas por personal específico.
La idea es que la Policía no da abasto para todo y se pretende que cada cual se responsabilice o pague por su conducta. Las multas que impone la policía inglesa son de 80 libras, cuando el coste para el Estado va desde las 300 hasta las 400. Mediante los centros para embriagados sacarían de las urgencias hospitalarias a decenas de muchachos pasados y serían igualmente atendidos por sanitarios concretos. Al día siguiente la vida sigue, pero el borracho se llevará una factura que puede ascender al coste de una suite de hotel, pues estos retenes estarían gestionados por una empresa privada. Es posible que el recuerdo de la factura le sirva de repelente ante la próxima cerveza.
Me quedan pocas ganas de bromear con este turismo de Ibiza, casi tan pocas como los intoxicados por drogas químicas. No sé cuánto ganarán los hoteleros con estos tipos, pero al Estado español le sale un negocio ruinoso. Tanto que no se puede seguir soportando. Si no quieren pagar las facturas que se traigan sus polis, sus enfermeras, como se traen a sus camellos, sus ticketeros y sus drogas. Otra solución sería implantar los drunk tanks en Ibiza, empleando los dragaminas que ahora ejercen de party boats o que las fragatas inglesas que surcan las aguas mediterráneas los vayan alistando para la guerra que mejor convenga.
Cómo estará la situación cuando la misma Policía inglesa está cansada de recoger borrachos, dejando de atender misiones más importantes de la sociedad y más propiamente policiales. Me imagino que les pasa lo mismo a los sufridos sanitarios y policías españoles.