Las grandes empresas no suelen perderse por Ibiza, si no es formando alguna UTE, unión temporal de empresas, así que las pequeñas y medianas dedicadas a la construcción estarán encantadas con el fenómeno ya explicado en nuestras páginas del Diario: licencias de obra nueva se mueven pocas, pero reconstrucciones, arreglos y apaños, remodelaciones, ampliaciones sí. Como una moto.
No me parece mal, de hecho lo invoqué repetidamente en la crisis del 92-96. En Ibiza se ha construido muchísimo y muy mal, salvo excepciones. No hay una obra que no esté por culminar, por terminar, por decorar en los últimos detalles.
A esto se añade la brutal campaña bélica de las grúas contra la isla.
¿Pensarían quizás que esta brutalidad suicida no iba a acabarse nunca?
Ignoro cuánto pueda salvarse de lo que queda de Ibiza y Formentera, pero poca cosa. El destrozo del paisaje ha sido bestial, brutal. Colosal sin más adjetivos.
Y ahora podemos comérnoslo con patatas, buscar agua donde no la hay, procurar un aparcamiento donde nunca más lo habrá, rezar para que no nos construyan una planta de energía de biomasa o una depuradora ante nuestras narices. De cualquier forma que lo enfoquemos, hemos cegado y saturado los núcleos urbanos consolidados: Vila, Santa Eulalia, Santa Gertrudis, San Antonio, San José... no se salva nadie.
Y al cabo podemos preguntarnos ¿somos más ricos ahora, más felices, tenemos mejor vida, más tranquilidad? ¿tenemos ahora más seguridad?
Y cuando nos respondamos podemos irnos a nuestros ayuntamientos respectivos para preguntarles por qué siguen desarrollando sus pueblos como si nuestro territorio fuera infinito.
No me refiero al disparate de Ibivegas de los Matutes solamente. Se están perpetrando otras operaciones que ponen los pelos de punta y que pondrán a decenas de miles de nuevos clientes potenciales sobre la isla.
Ibiza es ahora una pintura muy valiosa estropeada, acuchillada, erosionada. Los arquitectos han encontrado un filón en la restauración, pero la obra está muy dañada en profundidad.
Tras la enorme batalla que se recrudeció a partir de 1982 queda un panorama desolador. Da auténtica pena. Da llorera. Quien pueda elegir, puede marcharse para no verlo ni sufrirlo, pero muchos de los que se queden descubrirán lo que son las desventajas de la isla, sin obtener ni una sola ventaja. Reconstruyan, pero ¿para qué las desmedidas operaciones urbanísticas?
Las Vegas va sobrada de territorio. Incluso de agua. Pero la islita de Ibiza no es Las Vegas.