Como en Ibiza vivimos también de los vicios y de los servicios, he seguido con mucha atención las medidas que ha anunciado el Consejo Municipal de Ámsterdam, para reducir a la mitad la afluencia de coffee shops (donde se vende y se puede fumar hachís), las smarts shops (donde se venden setas y plantas alucinógenas y otras drogas blandas) y los escaparates de prostitución en el Red Light District.
Los holandeses tienen una larga experiencia en la gestión de estos temas y, además, Ámsterdam tiene una estrecha relación con Ibiza desde que yo tengo memoria. Picadilly y Central Park, Portobello en Londres, la plaza Dam de Ámsterdam eran citas continuadas desde que en 1960 Ibiza se comenzó a llenar de tránsfugas, beats y hippies que peregrinaban por media Europa.
Siempre me llamó la atención la belleza de las holandesas que se sacaban el paquete de tabaco de pipa y se liaban el pitillo. Tabaco de pipa y hachís combinaban muy bien.
Pero Holanda se ha hartado, como ha ocurrido antes en Londres, París, la calle 42 de Nueva York, el barrio chino barcelonés y el centro histórico de Madrid, por poner unos cuantos ejemplos conocidos.
El problema es siempre el mismo: una proliferación de delincuentes y una explosión intolerable de delincuencia y criminalidad: tráfico de mujeres, de drogas, blanqueo de capitales, extorsión, robos, etc.
En Ámsterdam se respiraba libertad mientras en España la represión y la policía mantenían a raya a los progres con chaqueta de pana.
En Ibiza se mantenía una discreta vigilancia que jamás consiguió detener un proceso de apertura.
Pero, enough is enough, dicen los ingleses. La gota que ha rebosado. Ha ocurrido lo mismo en Ibiza, donde conocemos bastante bien la peligrosidad del proceso. No podemos comparar: en Ibiza hay una auténtica avalancha de locura y abuso de drogas químicas que no existe en Ámsterdam.
En la ciudad holandesa hay cines X, tiendas, locutorios, sex shops y hay una incidencia creciente de la delincuencia.
En Ibiza está todo muy focalizado en las discotecas, aunque los turistas beben durante todo el día y toda la noche y se atiborran de éxtasis donde les pilla el camello que les aprovisiona.
Pero las autoridades holandesas son serias: de 480 escaparates prostibularios se pasará a 240. Sin piedad ni remisión. Idéntica proporción para los coffee shops.
Y lo cumplirán, ya lo creo, como si tuvieron que someter en Nueva York y en Londres, probablemente porque los primeros que colaboran son los empresarios más responsables.
¿Se imagina alguien que se redujeran a la mitad las discotecas y bares conflictivos en Ibiza?