Por mucho dinero que invierta el Govern balear en la defensa del catalán, no hay manera. Aumenta el desinterés por estudiarlo y mucho más por usarlo. Los políticos del Pacto lo saben, lo cual me hace sospechar que más que una intención de defender el catalán (¿de qué, de quién?) es una práctica para alimentar a su clientela de sociolingüistas, filólogos, profesores, correctores, abajofirmantes y tal y tal. Es tanto el despilfarro en este campo que cuesta creer en la rentabilidad social de estas prácticas amiguistas y sectarias. Sobre todo, mientras el castellano está casi proscrito y apenas obtiene ninguna ayuda oficial para su aprendizaje entre los nuevos inmigrados. Y haría mucha falta.
Pero tampoco me sorprende, porque incluso a quienes escriben y pretenden publicar en lengua balear (en mallorquín o en ibicenco) ni siquiera son recibidos por la conselleria de Cultura. Aún tengo presente la nefasta política de Marià Torres (PSOE) que prescindía de todos aquellos libros que se le presentaran en ibicenco, en vez de catalán barcelonés. Esto es un cultivo sectario de la berza nacionalista, pero allá ellos.
En Baleares –según expliqué en otro artículo– ha aumentado el interés por el ruso. Y en todos los casos y estadísticas consultadas ha descendido drásticamente el catalán. Y no es desde 2015, ya en 2008 se conocía esta tendencia, cuidadosamente ocultada por los políticos catalanes separatistas, hoy reconvertidos en golpistas.
De no ser por la repuesta inmersión en los colegios de Baleares, Valencia, Cataluña y una parte de Aragón, se deduce que el catalán desaparecería en pocos años. Por los datos que conocemos en Baleares, el 98% de los colegios se han adscrito con mucho entusiasmo a la inmersión, aun a sabiendas de que es ilegal y de que el trilingüismo (español, inglés y catalán) es mucho más eficaz y justo. El TIL fue denunciado, pero al final los tribunales dieron la razón de su absoluta y pulcra legalidad, pero claro, ahora gobiernan los totalitarios del Pacto y no quieren aplicarlo. En resumen, se hacen querer. Y la concurrencia se lo paga con indiferencia y el uso del catalán se desploma.