Las empresas privadas llevan todo el invierno trabajando espacios e instalaciones porque saben, al menos desde noviembre de 2015, que se avecina a toda velocidad una tsunami turística (yo lo empleo en femenino) que tendrá consecuencias difíciles de calibrar.
Vaya por delante la confianza en los ibicencos y en los trabajadores temporeros, en las fuerzas de seguridad y en los dedicados a la salud y a la sanidad, en los taxistas y conductores de autobús. Las Pitiusas son islas expertas en manejar situaciones extremas de alto riesgo continuado.
Vaya por delante la confianza en los ibicencos y en los trabajadores temporeros, en las fuerzas de seguridad y en los dedicados a la salud y a la sanidad, en los taxistas y conductores de autobús. Las Pitiusas son islas expertas en manejar situaciones extremas de alto riesgo continuado.
Hay que atender a cien mil turistas con toda suerte de exigencia, al tiempo que debemos controlar un incendio feroz como ya se ha dado el caso. O tenemos que mostrar la cara amable y relajada en nuestras terrazas y restaurantes, mientras sabemos que al menos treinta incautos se han hinchado de pastillas y acaban en urgencias, como mal menor.
Pero el verano 2016 quedará inscrito en nuestra historia y no será en honrosas y doradas letras de molde. Sencillamente se está formando la tormenta perfecta. Por encima de dos millones de turistas la isla sufre una presión estresante, tanto que con frecuencia se rompe y no soporta el peso de la púrpura. Bien, este verano vendrán bastantes más de tres millones. Bastantes más.
Atentos a la respuesta de nuestras carreteras, será un punto caliente. Atentos a la carencia de agua potable. Las lluvias escasas no presagian un verano tranquilo en materia de incendios, hay demasiada carga vegetal pinosa y para colmo está reseca.
Las autoridades deben estar trabajando en la extinción de larvas de mosquitos (sin olvidar el irritante mosquito tigre) en charcas y acequias. Imagino que están desbrozando cortafuegos, cunetas y zonas de bajo bosque reseco. No todo ha de ser matar cabras indefensas. En fin, un listado de precauciones básicas en las que debe y puede colaborar todo el pueblo de Ibiza. Lo demás queda en manos de la suerte. Los incendios indomables comienzan por una chispa. Un aguacero de verano puede paralizar media isla durante al menos un día entero.
Combinar paciencia y optimismo. Tenemos un calendario endiablado y difícil de gestionar, pero casi todo el Mediterráneo envidia nuestra suerte y sabemos por experiencia que si pasamos la prueba de julio-agosto, el resto será gratificante. No se trata solo de salir ricos, sino de salir enteros y un poco más satisfechos.