Culebra nadando en Sa Cala (Ibiza). Foto de Daniel Ferrer |
Decía aquel cronista de la antigüedad que las tierras pitiusas son refractarias a la ponzoña, para explicar la ausencia de crótalos y serpientes. Menudo periodista nos salió, está claro que no te puedes fiar de las fuentes, antiguas o modernas. Porque no solo Ibiza y Formentera están atiborradas de serpientes que corretean gozosamente por las paredes y los campos de Ibiza, sino que además se pegan un baño en el mar de vez en cuando. Se desplazan perfectamente y nadan con soltura en el líquido elemento.
En los ríos españoles no es nada raro toparse con algún ofidio. La culebra viperina o la culebra de agua, la natrix, es un bicho muy adaptado. No suelen causar problemas si no se interfiere en su camino. Lo que me resulta muy curioso es verlas en las aguas de Baleares, aun sabiendo que la serpiente más peligrosa del mundo vive en el mar. Se la conoce como la marina anillada y es mejor no encontrarse de frente con ella.
En realidad, todos los ofidios están preparados para surcar las corrientes de agua, por mucho que nos cueste visualizarlo. Es un ser que se adapta con prodigiosa facilidad, por eso escribí hace años, que las culebras habían llegado a Ibiza para quedarse.
Lo preocupante es que, llevado por su exultante vitalismo y por la ausencia de depredadores consistentes, se hará con el control de la cadena trófica, mermando en gran manera las colonias de lagartijas –nuestro animal nacional junto al erizo– y sin descartar que llegue a los islotes que cobijan endemismos y aves en sumo peligro de extinción. Si tal ocurriera, las Pitiusas sufrirían una fase de empobrecimiento de consecuencias imprevisibles en su fauna, ya muy limitada.
Pero esto ya no nos alarma. Hemos roto todos los equilibrios previos, en tierra y en el mar. Hemos agotado los acuíferos, hemos permitido la infestación explosiva de los pinares, hemos roto el curso natural de las aguas pluviales, y hemos levantado una barrera inhumana de cemento y alcritán. A partir de aquí, todo lo que vaya ocurriendo no debe sorprendernos. Como la irritante presencia del mosquito tigre que ya compite con nuestro mosquito payés tarifa plana. Solo falta que las abejas melíferas tengan que enfrentarse con el avispón asesino asiático, ya detectado en el Oeste de Mallorca.
Si estos hermosos bichos se confabulan para darnos el verano, entre la sequía y la chiquillada europea narcotizada, habrá que organizar concursos para pescar serpientes y cazar lo que tengan de tigre los mosquitos.