A finales de agosto, con el plumaje calado por las lluvias torrenciales, con los senegaleses que quieren saltar la valla del Ayuntamiento de San José –o de su retén municipal, mejor dicho–, con una espeluznante lista de accidentes, ahogamientos, agresiones, accidentes de tráfico y por sobredosis, Ibiza se encuentra bajo el manto de la confusión y del cansancio.
Para evitar caer en la ofuscación, que es la oscuridad de la que cuesta salir, nos podemos acoger a la experiencia de gente que sabía mucho de las zozobras del espíritu humano: San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, recomendaba a los hermanos de su congregación no hacer mudanza en tiempos de tribulación. No solo se refería a los muebles y a los carruajes, también a les tempestades anímicas y a las luchas entre miembros de la Iglesia. En tiempos de luchas fratricidas y de dudas del alma no te embarques en grandes decisiones.
Apenas queda una semanita para enterrar agosto, del que ya teníamos precedentes sobre su crueldad. Da lo mismo. Aguantaremos con firmeza el embate de los vientos, las inundaciones de argelinos y de subsaharianos, aun sabiendo que hay otros 1.200 millones que quieren huir de África y venir a Ibiza y comprarse un pisito a plazos.
Mientras tanto, la avanzadilla ha llegado entrenada en las lides de Ceuta y Melilla y sabe como tratar a la Policía, sabe que puede devolver los golpes tribales y que la justicia española está en proceso de retiro espiritual, como los que recomendaban los jesuitas. No hacen en Marruecos lo mismo que hacen en Salou, Magaluf o Ibiza. Tampoco lo hacen en Brasil. Y no me explico el porqué.
Inútil entrar ahora en valoraciones sobre el grave pero comprensible comportamiento del jefe de policía al soltar a un africano detenido, ante la presión coactiva intolerable de una pandilla de compañeros, con toda seguridad liderados por algún sujeto bien entrenado que los aglutina. Difícilmente puede seguir ejerciendo de policía ni los subsaharianos hacen ninguna falta en Ibiza si se dedican a la violencia, a la extorsión, el robo, a la venta de drogas y de productos falsificados, etc. Todo aquel que delinca, ha de ser fulminantemente expulsado siempre que la ley lo permita.
Es posible que una vez hayan pasado las andanadas implacables del mes de agosto, a algunos políticos les toque ponerse a trabajar a fondo para hacer mudanza. Y no bastará con un viajecito pagado a Madrid para tranquilizar a sus jefes.