"Ahora desaparece la Ley de Arrendamientos Urbanos y es sustituida por una nueva Ley de Alquiler que aprieta las tuercas a los propietarios. Trato duro y sin contemplaciones a los que dispongan de alguna vivienda o apartamento que pretenda alquilar durante el verano, que pasarán a ser controlados por los reglamentos emanados de las respectivas comunidades autónomas», escribía el pasado 12 de junio de 2013, en ´Alquilar la vivienda puede salir caro´ y anticipaba esta polémica ahora ya abierta en las páginas de la prensa y en las tertulias.
Es difícil de justificar que quien tenga una propiedad que le ha supuesto y le supone unos gastos corrientes no pueda amortizarlos alquilándola a los turistas. Pero por otra parte, quien tiene un apartamento en zona residencial no tiene por qué soportar la enojosa marabunta de turistas guerreros que se apropian del día y de la anoche sin respetar horarios ni descansos.
La explicación, sin que sirva de precedente, está en la naturaleza turística o en la taxonomía científica de estos mamíferos que maman las 24 horas sin parar. Porque si los turistas de Ibiza pudieran clasificarse en el apartado de turistas civilizados no tendríamos el menor problema. Puede vivirse y coexistir al lado de gente que sabe convivir, de otra forma es imposible.
Es como vivir dentro de un hotel, imagínenselo, sugería Carmen Ferrer, nuestra consejera de Turismo. ¿Pero en qué hotel? Ahí está la clave. En el hotel Palace se vive estupendamente o en el Plaza de Nueva York todavía mejor. Sin problema.
Los problemas llegan cuando nos topamos con esta chusma colocada que difícilmente admite la condición de social. Las relaciones sociales exigen algunas mínimas exigencias y en los hoteles de Ibiza, en general no se dan.
Todavía peor en cualquier bloque residencial si se alquilan varios apartamentos turísticos. Lo sabemos empíricamente: arrasan con todo, incluso físicamente. Es por ello que es fácil deducir que la Comunidad de Baleares no vea con buenos ojos la universalización del alquiler turístico. Por lo demás, es anecdótico que las medidas restrictivas salgan en ayuda del sector hotelero; en apariencia puede ser así, pero si profundizamos veremos que gran parte de los grupos de apartamentos turísticos son propiedad precisamente de los hoteleros.
Puñetas administrativas aparte (control policial, pago de impuestos, etc.) parece de buena lógica, conociendo la historia y las procedencias del turismo pitiuso, separar claramente el alquiler residencial del meramente turístico. No hacerlo así sólo servirá para encrespar más un ambiente ya hastiado. Los residentes pueden tolerar una isla ruidosa, generosa con la conducta y los ambientes extremos. Pero no pueden entregar toda la isla, todos los espacios a estos vándalos del Norte. De ninguna manera.