Foto Joaquim Gomis |
Los ibicencos tenemos un problema muy grave o, mejor dicho, lo grave es nuestra situación en general. Si nos entregamos a la fobia al turismo, podemos derivar con ganas a la caza del turista, con lo cual nos moriremos de hambre y no es una metáfora. Volveremos a los idílicos años del hambre, la tisis y a la emigración masiva. Pero... si nos quedamos quietos, si no hacemos nada y los turistas siguen derrumbándose en cascada sobre las Pitiusas, los precios de la cesta de la compra seguirán subiendo de forma desbocada con lo cual nuestra calidad de vida se deteriorará y nos moriremos de hambre. Famélicos en el Paraíso.
Si hagamos lo que hagamos nuestro destino es morirnos de hambre, ya podemos empezar a hacer una festassa, una vidassa, y convocar al consejo de ancianos, a los más viejos payeses y marineros. Por supuesto se han de abstener los profesores catalanistas y gente parecida que ya lo sabe todo pero nunca ha ido a ningún sitio y en realidad viven en una burbuja delirante.
Que en Ibiza haya tenido que cerrar el Banco de Alimentos ya nos indica que en la isla solo adoramos a los bancos que nos saquean. No queremos limosna, pero quieren obligarnos a pedirla. Algún día se sabrá porque ha cerrado, pero a mi me huele a un latigazo de la mafia.
Por lo cual considera el fenicio que antes de morirnos de hambre tenemos derecho a la autodefensa, así que si el consejo de ancianos nativos nos apoya, deberíamos crear un Economato Púnico, al que acceder mediante un sistema establecido para adquirir los productos a precio de coste. ¿No hacen lo mismo los hoteles? Sonría, por favor.