Para los europeos que pagan en euros, Baleares es mejor que el Caribe, decía. Pero que nadie interprete esto como un desprecio a las instalaciones caribeñas ni un asomo de duda sobre la calidad de sus aguas y la riqueza de su pesca. Ningún fenicio que se precie hablará mal del Caribe. No solo nos gusta: nos encanta. Y en todas sus facetas, entre las cuales el amor no es la más insignificante. No pocos ibicencos (¡e ibicencas, está lleno de ibicencas!) van al Caribe a enredar y acaban ellos presos en las redes rítmicas de alguna mulata espabilada.
Más lejos aún, gran parte de los hoteles y urbanizaciones o resorts son propiedad de mallorquines o de ibicencos y les pasa lo mismo que al rey de Aragón, Jaime I, que cuando descubrió el clima y la belleza de Valencia jamás regresó a las montañas. Muchos hoteleros o directivos se van quedando en el Caribe hasta que... se quedan. Y allá permanecen.
Por esto, si habláramos mal del Caribe, en realidad estaríamos lanzando piedras sobre nuestro propio tejado. O sobre el tejado de los hoteleros ibicencos que se han hecho multimillonarios (y algún insaciable todavía no tiene bastante) trajinando alemanes y británicos de un sitio a otro.
Esto sí que es tráfico de blancas, mejor dicho, tráfico de paliduchas, que en pocos días pasan del pálido al rojo y después al marrón bronceado.
Gran parte del capital generado en Baleares –y aquí ya no empleo la palabra tráfico, cada cual sabrá cómo tiene sus cuentas y que le cuadren– ha ido a parar al Caribe para edificar enormes instalaciones que nos hacen la competencia a Baleares.
¿Se ha preguntado alguien por qué no hay turismo de invierno en Ibiza y Formentera? Hay muchas razones –excusas en gran parte–, pero hay un hecho incontrovertible: a menudo los propietarios de grandes hoteles de Ibiza son también dueños de grandes hoteles en el Caribe. En verano llenan Ibiza hasta reventar y en invierno se forran o se forraban vendiendo el Caribe.
Mallorca queda a salvo de la competencia por su propio peso demográfico. A Menorca no le interesa el turismo o le basta con sus vacas y con la riada de vacacionistas catalanes. Pero Ibiza está indefensa. El modelo de cuatro meses reventando a tope y ocho meses en la miseria y el paro ya no deja salidas y esto acabará por crear tensiones.
Los últimos cuatro años de bonanza han aconsejado a muchos empresarios baleáricos reinvertir en sus instalaciones en el archipiélago. Saben que son rentables y cuando llegue un descenso del turismo saben que solo les protegerá tener hoteles competitivos. Así que, de alguna manera, el turismo de hotel es como las habaneras, un cante de ida y vuelta, un capital de ida y vuelta. Este verano marcará el hito, el cénit y la cúspide de nuestra historia. Veremos.