Las estremecedoras heridas de las concertinas |
No puede decirse que lo hayamos programado nosotros. Hemos hecho muchas cosas mal y otras muy bien, pero la gran avalancha no es por nuestros méritos. A estas alturas lo sabe cualquiera, incluso quien no lea periódicos. Por nuestra gracia o por nuestra desgracia tendremos que lidiar en 2017 con la peor situación vivida desde el estallido de la guerra civil en julio de 1936, que en Ibiza adquirió tintes dramáticos a partir del 8 de agosto, como ha ido narrando con profusión y gran nivel nuestro entrañable Mariano Llobet, que en gloria esté. Jamás habíamos pasado por una situación tan alarmante.
Se constata la presencia del mosquito tigre, serpientes, atascos y embotellamientos, de precios caníbales, de calores y humedades. Pues bien, de forma inexplicable, estos casi cuatro millones de turistas prefieren venir a Ibiza, antes que pasar sus vacaciones en Egipto, Turquía, Corfú, Siria o Marruecos. Incluso los mafiosos y millonarios -los mismos que suelen salir en la prensa española e internacional- consideran apropiado defenderse de la avalancha con los mismos métodos que emplean las peores fronteras del mundo, como en algunos tramos de EEUU con México.
Creo que en Ceuta y Melilla desinstalaron las concertinas, que te pinchan o te rajan o ambas cosas a la vez. En las mansiones de Porroig conocen estas invasiones y se protegen.