La Cartuja de Valldemossa (Mallorca) |
Un invierno en Mallorca, el de 1837 y 1838, puede ser una idea disparatada. Lo fue para George Sand (Jorge Arena), sus dos niños y su amante, el pianista Chopin. El compositor tenía que recuperar su salud en los aires puros mallorquines, pero nadie esperaba que fuera un invierno tan crudo en clima y tan cruel en las relaciones humanas. Encima, estando en Valldemossa, casi recluidos en la cartuja, un médico de la isla le diagnosticó una tuberculosis considerable. No olvidemos que faltaban al menos cien años para que se inventara el antibiótico. La estreptomicina era mano de santo para recuperar los pulmones, o lo era hasta que una nueva cepa de bacteria resistente aconseja otros tratamientos.
Ya sabemos que hoy los mallorquines de la campiña se han civilizado, pero entonces le hicieron varias trastadas a los prototuristas. Ella vestía pantalones y fumaba, todo lo cual escandalizaba a la concurrencia, pero era habitual en toda Europa que las mujeres escritoras firmaran con un pseudónimo masculino. Como nuestra Fernán Caballero en España, por ejemplo.
Ignoro lo que habría pasado si en vez de elegir Mallorca se hubieran quedado en una casa aislada en las Marrades de Curona. Las comunicaciones no eran fáciles en Mallorca y lo eran mucho menos en Ibiza, pero seguro que hubiera escrito otro tipo de memorias.
Hoy en día, sé que no pocos músicos y escritores se esconden en silenciosas y frías casas de nuestro invierno. Pero no suelen avisar ni decirlo a nadie. Es una de las gracias que perduran: si tú quieres rehuir la marabunta, aún quedan sitios donde nadie vendrá a buscarte ni a venderte una conexión a internet. Esto explica que nos enteremos de presencias memorables diez o treinta años después.
Me gusta el invierno, aun sabiendo que en Ibiza está muy agravado por las humedades gélidas, la falta de frecuencia en los autobuses, una soledad sonora que te deja clavado en tu agenda y... un rosario de actividades prescindibles, pero que en definitiva acabarán por atraer nuestra atención.
En lo personal, prefiero el fuego de leña en una chimena, la sobrasada torrada, un poco de botifarra y una buena bodega de vino tinto. Algunos libros y la música. Ya solo falta que nieve en los prados atiborrados de yerba. Y no lo descarto. Llevamos varios años de bienes, pero con una sequía atroz.
Alegría, el aire ya huele a navidad.