Operación 40 es una sofisticada operación de espionaje operada por el agente Torres Benet, al que no hay que confundir con Vicent Torres, presidente. Espionaje y contraespionaje, porque la promoción turística tiene mucho de ambos. No lo entenderá quien no sepa que Ibiza era uno de los destinos turísticos preferidos por los alemanes. Hubo un tiempo –a finales del siglo pasado, por ejemplo– en que venían casi tantos alemanes como británicos y de hecho fueron los primeros los que dispararon Ibiza como un nombre selecto en el apetitoso turismo mediterráneo. Los grandes reportajes de los diarios y semanarios alemanes pusieron las islas Pitiusas en el universo del turismo de masas. Masas, esta es la palabra clave.
Los mismos alemanes que promocionaron Ibiza a lo bestia se cansaron de la masificación creciente y esta percepción llegó a su cénit cuando se iniciaron las obras de las autovías. Dije entonces que Ibiza perdía su aura. Y así ha sido, de manera que los alemanes que apreciaban Formentera e Ibiza como islas robinsonianas en estado bastante salvaje se sintieron desplazados por la gran masa y la vorágine de los veranos. Y aquellos alemanes que gustaban de la masa, se sintieron más complacidos con Mallorca, una isla que es seis veces mayor, con más de un millón de habitantes y con un aeropuerto magnífico y de los mejor aprovechados de la Unión Europea. A este tipo de alemán le entusiasma una Mallorca visitada por más de 13 millones de turistas al año.
Y así sucedió que las Pitiusas perdieron a sus alemanes por partida doble, a los poshippies y a los más adocenados de clase media. Los primeros se fueron Dios sabrá dónde, los segundos eligieron Mallorca. Nuestras islas perdieron cientos de miles de alemanes. Posteriormente ha vuelto a recuperarlos en parte, pero aún les queda la espina clavada: 41.000 alemanes menos.
El disparate de los Vicent Torres y su equipo de palmeros es que para recuperar a cuarenta mil panzudos van a gastarse unos 70.000€, bastante más de diez millones de pesetas en menos de una semana, 25.000 más que en 2015. Esto no parece una maniobra muy rentable ni siquiera medianamente prudente. Muy preocupante.
Los gastos del Consell Insular en ferias deberían ser fiscalizados y que cada político se lo pague de su bolsillo, a excepción del director directo y los trabajadores técnicos imprescindibles. Todos los demás que se lo paguen ellos. Tampoco hay obligación de convertir los estands de Ibiza en un carnaval de discotecas ni en una invasión de políticos locales que no pintan nada, aparte de sacarse la foto para su álbum. Enternecedora resulta la idea de promocionar el turismo náutico, cuando en verano ya no cabe ni una lancha más en el litoral. O la de prolongar la temporada, sabiendo que incluso las compañías aéreas que operaban con Mallorca en invierno han reducido sus vuelos.
La única solución para Ibiza es inventarse un calendario nuevo y que nuestro presidente promulgue los meses de julio y de agosto de 60 días cada uno. O más. La oposición tendría que controlar las metas previstas de 2014 y 2015 para ver si las estrategias han dado resultados. Nadie hará nada. Vamos a la ITB a hincharnos de salchichas y de cerveza. Alguien pagará: los contribuyentes.