Revuelo periodístico que dura varias semanas sobre la calidad infame del agua corriente que sirve Aqualia en el municipio de San José. Quedo muy sorprendido. ¿Por qué? Hablando de memoria, yo recuerdo que el agua de casi toda la isla (menos la de Santa Eulalia, que tiene la suerte de poder nutrirse de otro acuífero) es imbebible desde primeros de los años 80.
Imbebible por no ser potable, y muy dañina por corroer las entrañas líricas de nuestros electrodomésticos: termos, lavaplatos, lavadoras, cañerías, etc. No sirve para beber ni para el ordinario uso doméstico, como cocinar unas legumbres, ni en la ducha, donde la piel humana –aunque sea la piel endurecida de un fenicio– sufre una extraña agresión por los cáusticos componentes que se disuelven en el líquido: mucha cal, cloro y salitre. Una pequeña bomba casera.
No es raro que al cabo de un tiempo de usar las duchas pitiusas la piel se sienta atacada por extraños picores y comezones, que suelen desaparecer tras un minucioso secado. No pocas veces he usado esta putrefacción de nuestras aguas interiores como metáfora de la muerte de nuestra isla, la desaparición del aura. Pocos espectáculos más desasosegantes que las entrañas de la isla asalitradas porque hemos sacado demasiada agua dulce para usos industriales y de regadío.
Las aguas de Ibiza siempre fueron gratificadoras y oferentes, distribuidas en una sabia abundancia en puntos distanciados por unos cuantos kilómetros. Todavía puede disfrutarse del ritual del agua viva en la visita a las fuentes que se conserven en el interior (o en las costas) de toda la isla.
Pero nuestras aguas sabrosas, frescas, que manaban del interior de la tierra con una arcaica generosidad, no estaban preparadas para el turismo. La brutal extracción, las perforaciones descontroladas –de hecho lo han sido todas, ocurre que antiguamente no era necesario pedir permiso por los escasos proyectos– han agotado la isla. Han acabado con el río de Santa Eulalia. Han ensalitrado los pozos y las fuentes, en general, salvo años de enormes lluvias. Pero vuelven a secarse.
Parece que en esta ocasión, incluso la conselleria balear de Salud ha expedientado a Aqualia por distribuir este líquido tóxico con niveles de cloruros peligrosos. Si el máximo que marca el umbral de permisividad es 800 miligramos por litro, parece que en la Platja d´en Bossa se llegó a los 6.000. Si esta era el agua que bebían los clubbers entre pastilla y pastilla, no es raro que se pasaran tres días brincando. En fin, la broma no nos hará perder el nivel de gravedad del asunto. Aunque, repito y termino, puede ser una noticia ahora, pero no es ninguna novedad. Cosas de Ibiza y bastante de Formentera.
@MarianoPlanells en Twitter
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