miércoles, octubre 20, 2010

Un mundo de ultratumba


Todo acaba por llegar y quien no se cansa, alcanza. O sea, quien día pasa empuja un año. Los placeres y los días se van sucediendo inexorablemente y no pocas veces nos sorprenden y nos caen encima sin avisar.
Han pasado pocas semanas desde la marabunta insufrible de máquinas furiosas, de ruidos que todo lo llenan, de calores y humedad y han caído los primeros chaparrones. Algunas ventoleras presagian un otoño muy activo, que dejará paso a un invierno adornado con los temidos temporales de Levante.
Precisamente es en otoño cuando el fenicio siente renacer en el corazón de Ibiza las vibraciones más espirituales y sentidas. Miles de ibicencos se recogerán unos días recordando a sus difuntos y todavía los más ancianos revivirán algunas costumbres que se retrotraen a lo más profundo de nuestra historia, a tiempos fenicios.
El ibicenco anterior a la telebasura o incluso a la energía eléctrica vivía en un mundo de penumbras poblado de seres evanescentes que alimentaban su alma o litigaban con sus sentimientos. Cierto y tan demostrable es que solo hay que contemplar las pinturas de Goya, Velázquez, Caravaggio, etc., para entender que la Humanidad se ha pensado a sí misma durante miles de años sin luz eléctrica.
No hay que temer a la oscuridad. La penumbra suele ser fecunda y amansa a los fantasmas, que son hijos de tu propio cerebro. Toda la vida acontece sin luz eléctrica, que es un invento reciente.
¿Quién no recuerda la extraordinaria película ´Barry Lindon´? Se rodó toda con luces artesanas, candelas, hogueras, teas, candiles. Fue una fatigosa y minuciosa labor del equipo de Stanley Kubrick.
Los ibicencos no solo temían a los fantasmas, sino que los invocaban. Lo que en Todos los Santos es una convocatoria jubilosa, se transforma en invitación pesarosa el Día de Difuntos. Hoy se visita la tumba del cementerio, los creyentes rezan, los familiares desfilan delante de la lápida, dejan unas flores (o no), pero eso no era todo.
Antaño, la chiquillería de la casa se daba un festín con los nutricios frutos de otoño: castañas, avellanas, piñones, granadas... durante toda la noche que da paso al día de las almas de aquellos que ya se han ido, se dejaban los cacahuetes, y los granos sobre la mesa, las granadas desgranadas y la candela encendida para que pudieran comer las almas familiares. Esto es una clara reminiscencia espiritual y cultura del universo egipcio, como lo es la costumbre de guardar el luto de un fallecido dejando la barba sin afeitar durante 40 días o el uso de la prenda terrible, gruesa, penitente del capucho.
¿Comprenden por qué digo que existía una Ibiza riquísima en reminiscencias espirituales anteriores a la luz eléctrica? El cosmos fenicio era (y es) tan potente que ha pervivido hasta nuestros días. No tiene nada que ver con los escasos colonos catalanes que pudieron haber llegado a Ibiza. En cualquier caso, el pasmo ante el dolor de la ausencia y el temor ante el mundo de ultratumba son universales. El miedo hermana a los humanos y los ritos sirven para compartir y hacer llevadera la existencia. Fuera temores y desgranemos las granadas, que son un fruto que simboliza a Tanit.