sábado, diciembre 16, 2006

NOTAS DE UN FENICIO

Tanta destrucción en la isla acabará con nosotros


En esta isla de grúas y retroexcavadoras nadie va de mitología, monsergas ni fundaciones rituales (excepto el catalanista que afirmó en plena fiebre de agosto que a Ibiza la fundó la nación catalana. Ya son ganas).
Por ello, no voy a apelar al amor propio y patrio, como hice en 1983 en un artículo (de los pocos premios a los que me he presentado nunca) titulado `El centro espiritual de las islas´, donde explicaba que Dalt Vila simbolizaba el centro de poder temporal e intemporal, la pirámide espiritual que defendía y protegía a los isleños.
Más adelante incluí esta teoría evanescente en mi libro `Lagartijas azules en París´. Y de ahí en adelante... ya ha llovido bastante.
Y si recuerdo ahora esto es por pura generosidad, que no irritación ni asombro.
Leo en las páginas del Diario que se va a construir en los últimos calveros de s´Illa Plana, o sea, donde todavía no se ha rellenado con obras, edificios o instalaciones. Lo único que queda, lo poco que queda, será destruido.
Pues no saben lo que están destruyendo.
No es posible que sean conscientes de lo que están haciendo (ibicencos al frente del escuadrón de demolición de nuestra historia. Que los dioses les perdonen).
En pocas palabras, hemos dejado caer sobre sí misma a la ciudad de Dalt Vila, sa Penya, la Marina, en un proceso ruinoso que no parece tener fin. ¿Será recuperable? Tendría que serlo, porque en Ibiza ya hemos derrocado todos los santuarios o centros espirituales de la isla, que como mínimo han sido tres.
¿Tres? Pues sí, debemos recordar que a comienzos del siglo XX, la cueva de Cuieram fue bautizada por la cristiandad con varios cartuchos de dinamita que derrumbaron una gran parte de su techumbre de roca.
El santuario de Tanit, la gran diosa de la isla, dio la señal de partida hacia la locura de los isleños, que desde entonces no han cesado ni un minuto en destruir el patrimonio arqueológico, artístico, histórico. (Y aquí podríamos añadir la gran contribución de los catalanes en la quema y destrozo de retablos, lienzos y esculturas durante aquellos poco más de treinta días de visita de los enviados por la Generalitat).
No se salva nadie. No se salva nada.
En resumen, en poco menos de un siglo, hemos permitido la decadencia de Dalt Vila, la destrucción casi total de es Cuieram y ahora acabará de ser rematado el gran santuario (éste sí, probablemente el nicho fundacional de Ibosim) del dios Bes, el protector de los partos. Que no de los engendros.

Publicado en Diario de Ibiza, 16.XII.06 /ENLACE/